martes, 30 de octubre de 2007

El jardín cucudrúlico III

Deseó dormir bajo el amparo de una almohada. Lejos, lejos de allí. En la selva no hay almohadas. Lejos, lejos de allí. Deseó saber cómo suena un disparo a través de una almohada. Se despertó. No, a decir verdad, no lo deseaba; seguro que le haría daño.

Sentía en su cuerpo la humedad de la hierba y el andar cauteloso de algún bichito; sintió también que sus ojos incapaces de llorar, querrían hacerlo.

Un abundante golpe de aire lo distrajo de sus pensamientos y abrir de nuevo esos párpados que se le entrecerraban por el sueño, vio al dragón que ya ni era azul, sino negro –más negro que las cosas negras- ni parecía feliz, pero seguía fumando en pipa. Se mantenía en el aire a escasos metros de él, fijando su vista en la silueta del metalsaurio.

- Llevo toda noche aquí –dijo el saurio- me ha parecido ver una sirena. Allí, en el mar. ¿Aún existen?

El dragón no dijo nada, pero maniobró hasta llegar al borde del acantilado. Sentó su enorme figura sobre las patas traseras, y posó una mano sobre la cabeza del saurio. Juraría que algún tipo ácido estaba a punto de surgir de los ojos del reptil, y se extinguiría con los demás.

-Deberías volver al jardín, ¿no? Estarás más cómodo que aquí, al aire…o puedo llevarte al Mizz, si lo deseas.

Callaron y siguieron mirando el mar; la pipa aún humeante del dragón que ya no era azul ni parecía feliz, era la única que se atrevía a dar señales de vida.

- Ok, -el dragón asentía mientras le daba una nueva calada a la pipa-, entonces, me quedaré.

-…Gracias… ¿cuánto tiempo estarás?

-No es cuestión de tiempo; hasta que estés bien -hasta que los cucudrulos, cucudrulas y cucudrules vuelvan a cantar. Hasta que yo vuelva a ser azul y feliz-, hasta que suceda todo eso, me quedaré. Incluso, puede que más.

El metalsaurio, por un momento, sonrió y sintiéndose un poco mejor, se limpió un bichito que le recorría la mejilla.

sábado, 27 de octubre de 2007

Warriors of The World

Cuatro tios cachas enfundados en cuero y en un cuarto oscuro...sí, los Manowar ¿quién si no? En realidad estaba buscando el video original de "The Power of Thy Sword", canción manowaresca donde las haya, pero sólo encontraba la canción con imágenes de películas como Conan o 300...incluso ha apercido videoclip de Beyoncé con "The Power of Thy Sword" de fondo, muy gracioso. Pero...


...Pero nada comparable a lo originales Manowar, a los autoproclamados Reyes del Metal. Esta canción es "Warriors of The World" (apostaría lo que sea a que en algún concierto se le escapó "Warriors of Metal") y es toda ella un descojonamiento absoluto -cuero, cadenas ardiendo, rocas, truenos, más fuego, montañas, más rocas y más rocas ardiendo- , sobre todo el principio en el que cantante da un discurso metálico sobre su disco...Me encanta:


miércoles, 24 de octubre de 2007

Uvas

-¿Qué comes?

-Son uvas.

-Ah, pensaba que eran otra cosa.

-¿Qué creías que era?

-En mi tierra comemos unas cosas parecidas.

-¿Y cómo se llaman?

-Se llaman gónadas de gnomo.

-Vaya… ¿y por qué se llaman así?

-Bueno, porque son gónadas de gnomo. Testículos, vaya.

-Ag…

-… y cada 31 de Diciembre vamos a cazar gnomos. Cada uno caza seis. Los capamos. Y a medianoche, al ritmo de las campanadas que anuncian la llegada del Nuevo Año, nos comemos 12 gónadas de gnomo.

La Rana Güey

Una nube de gritos de horror o espanto, si es que se puede distinguir entre estos dos tipos de gritos, anunciaba el paso de la Rana Güey. Y si sólo por el hecho de que una rana fuese fea sus vecinos tuviesen derecho a gritar, entonces, estos gritos estarían plenamente justificados; pero el caso es que sus vecinos lo componían una manada –por llamarle algo- de seres extraños y peludos que se entretenían repitiendo una vez tras otra: “arriba, abajo, derecha, izquierda”. Eso, claro, cuando no pasaba la Rana Güey, ya que entonces gritaban de horror o espanto, según se mire, y escapaban.

Su piel era negra con manchurrones amarillos, como si le hubiesen tirado un cubo de pintura amarillo desde arriba (que no abajo, ni derecha, ni izquierda), y tenía los ojos especialmente saltones. De hecho, si no fuese porque era hermano de la Rana Gustavo, todos hubiesen dicho que era salamandra.

Junto a su hermano, la Rana Gustavo, eran las dos únicas ranas del barrio. Nadie sabía cómo habían llegado y nadie se atrevía a preguntarlo. Quizás porque tampoco los monstruos peludos tenían respuestas acerca de su propio origen.

El caso es que la Rana Güey se encaminaba a visitar su hermano verde. Como siempre, olía a café recién hecho y sonaba Frank Sinatra en el tocadiscos. Nada comparable a los Maiden, claro, pero tenía su encanto.

-¿Qué te cuentas, Güey? –dijo Gustavo acomodándose en su sofá de grandes cuadros rojos y grises.

-…que estoy harto de los gritos, joder. Hasta los cojones.

- Las ranas no tenemos cojones…

- No los tendrás tú –dijo Güey, mientras se agarraba el paquete. En ese momento fue consciente de por qué a su hermano sí lo habían elegido para presentar el Gran Hermano del barrio que diariamente emitían a todo el planeta.

Gustavo agachó la cabeza mientras la movía desaprobadoramente. Güey no pudo evitar ver el título universitario de su hermano, colgado en la pared, junto a las fotos de los premios que anualmente recibía. Y allá, en un extremo, la foto de cuando aún eran pequeños -agarrados por el hombro- y las cosas eran sencillas.

-Cambio de vida, Gus. Kron proveerá.

Se levantó para cambiar de disco. Sonrió al ver que su hermano todavía conservaba el vinilo que le había regalado tiempo atrás. Lo puso, y sonó “Queen of New Orleans”.

viernes, 19 de octubre de 2007

Pig Pija

“Dame un besito” dijo la pija alta a su clon 20 centímetros más bajo tratando de modular el tono de su voz a lo que suponía era la elegancia con la que hablaban las escuchumizadas modelos de París. Sin darle a tiempo a reaccionar, la alzó en el aire y mientras aún brazeaba al sentir que sus pies ya no tocaban el suelo, le estampó un sonoro beso en la mejilla, imprimiéndole su sello y sus babas que al reccionar con el maquillaje de la pequeña pija provocó que el Universo se combase varias veces sobre si mismo para escapar a lugar donde no matan a estacazos a focas cuya sangre salpica la sotana de un Papa que se enfrasca en partidas de ajedrez sin Reyes, donde el grunge se suicidó antes de nacer, y donde las pijitas que quieren crecer pronto para ser pijotas tienen cacolas en la punta de la nariz.

Sin realidades de su gusto a las que huir, el Universo se estabilizó, no sin antes estar seguro de que a una de las dos pijas le estallaba la cabeza como una sandía con un barreno en elinterior. A la otra, claro, no le quedó más remedio que ir de compras.

“¿Y tú qué miras?”

“Nada”

martes, 16 de octubre de 2007

El Jardín Cucudrúlico II

Allí donde no alcanza la vista miope de los satélites y los humanos son incapaces de comprender siquiera que existe, se extiende un mar que, ora mece, ora lanza sus olas a los pies de un alto acantilado en el que tumbado boca abajo, rodeado de vegetación, un metalsaurio jugueteaba con la tierra húmeda por el rocío y miraba las estrellas. Recordaba haberlas contado una y otra vez, noche sí, noche no, sin llegar nunca a enumerarlas todas; y se dio cuenta de que darles como nombres simples números a esas lucecitas que brillan en la noche era poco menos que un insulto; así que decidió adoptar una de ellas –Estrella Sáurica- , para que ella a su vez, lo adoptase a él.

Se incorporó. Era tarde.

Dirigió sus pasos hacia el Jardín Cucudrúlico. Aún estaba oscuro y la poca luz que tímidamente flotaba en el aire era el capricho de alguna planta colgante de fotosíntesis un tanto especial. Los cucudrulos, cucudrulas y cucudrules descansaban en los barrizales de la orilla; salvo dos o tres que todavía hacían ondear levemente el agua. Encorvada, mirando con indeferencia su reflejo en el lago, una roca servía de asiento a una enorme mata de pelo que canturreba por lo bajo, mientras sus pies colgaban en el aire.

-¿Back?

Back, no se movió. Seguramente sus oídos estaban taponados entre tanto pelo. Y, lo más probable era que estuviese ligeramente afectado por el alcohol, pues de lo contrario, los cucudrulos, cucudrulas y cucudrules le hubiesen atacado (es de sobra conocido que estos animalitos, animalitas y animalites no se abalanzan sobre gente ebria).

-Back, ¿qué haces aquí?

Esta vez sí pareció oír y se volvió hacia el saurio. Su boca, efectivamente, perfilada en un surco de espuma cervecera.

-Salí a dar una vuelta.

-Ya veo. Hacía tiempo que no nos veíamos, eh, peludo? Desde lo del relámpago negro, y eso…ya sabes…

-Sí…-de algún lugar de entre sus pelos sacó dos cervezas y le ofreció una al metalsaurio. Sorprendentemente, estaba fría- se está bien aquí…con los cucudrulos, cucudrulas, y cucudrules; todavía se acuerdan de mí, es curioso…¿aún cantan?

-A veces…llevan una temporada un poco mustios.

-Espero que me avises si vuelven a cantar, eh?

-Descuida.

martes, 9 de octubre de 2007

Ventana a la Tormenta

Otro brazo de viento moteado de lluvia solicitó permiso para entrar por la ventana. Con la noche, el agua había decidido caer para dar vida, y de paso limpiar la ciudad. Las luces de los edificios, orgullosas y altivas, destacaban en la oscuridad y se reían interiormente de la multitudinaria soledad de las farolas. Un relámpago rasgó el cielo, enmudeciendo las almas para luego desparecer en un potente rugido.

Tocó el cristal, pensando que así, de algún modo, podría solidarizarse con la tormenta; sus yemas, levemente posadas, atrajeron la atención del viento, que ésta vez, se acercó con curiosidad. Sin manos, sin cuerpo, el viento observaba; y sentía cómo las pupilas inexistentes de la estatua de piedra que franqueaba la ventana y sostenía una bola del mundo, se clavaban en su incorpóreo ser. Dentro, en la habitación, una silueta se perfilaba en el ventanal, y miraba, plácidamente al exterior. De tener cuerpo, pensó el viento, advertiría mi presencia.

Sonó un teléfono.

Y el dragón azul que, inadvertido, surcaba el cielo, detuvo su vuelo, se posó sobre el tejado más próximo y encendió su pipa, pensativo.