martes, 16 de octubre de 2007

El Jardín Cucudrúlico II

Allí donde no alcanza la vista miope de los satélites y los humanos son incapaces de comprender siquiera que existe, se extiende un mar que, ora mece, ora lanza sus olas a los pies de un alto acantilado en el que tumbado boca abajo, rodeado de vegetación, un metalsaurio jugueteaba con la tierra húmeda por el rocío y miraba las estrellas. Recordaba haberlas contado una y otra vez, noche sí, noche no, sin llegar nunca a enumerarlas todas; y se dio cuenta de que darles como nombres simples números a esas lucecitas que brillan en la noche era poco menos que un insulto; así que decidió adoptar una de ellas –Estrella Sáurica- , para que ella a su vez, lo adoptase a él.

Se incorporó. Era tarde.

Dirigió sus pasos hacia el Jardín Cucudrúlico. Aún estaba oscuro y la poca luz que tímidamente flotaba en el aire era el capricho de alguna planta colgante de fotosíntesis un tanto especial. Los cucudrulos, cucudrulas y cucudrules descansaban en los barrizales de la orilla; salvo dos o tres que todavía hacían ondear levemente el agua. Encorvada, mirando con indeferencia su reflejo en el lago, una roca servía de asiento a una enorme mata de pelo que canturreba por lo bajo, mientras sus pies colgaban en el aire.

-¿Back?

Back, no se movió. Seguramente sus oídos estaban taponados entre tanto pelo. Y, lo más probable era que estuviese ligeramente afectado por el alcohol, pues de lo contrario, los cucudrulos, cucudrulas y cucudrules le hubiesen atacado (es de sobra conocido que estos animalitos, animalitas y animalites no se abalanzan sobre gente ebria).

-Back, ¿qué haces aquí?

Esta vez sí pareció oír y se volvió hacia el saurio. Su boca, efectivamente, perfilada en un surco de espuma cervecera.

-Salí a dar una vuelta.

-Ya veo. Hacía tiempo que no nos veíamos, eh, peludo? Desde lo del relámpago negro, y eso…ya sabes…

-Sí…-de algún lugar de entre sus pelos sacó dos cervezas y le ofreció una al metalsaurio. Sorprendentemente, estaba fría- se está bien aquí…con los cucudrulos, cucudrulas, y cucudrules; todavía se acuerdan de mí, es curioso…¿aún cantan?

-A veces…llevan una temporada un poco mustios.

-Espero que me avises si vuelven a cantar, eh?

-Descuida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguramente, en otra ocasión, Tork se hubiera acercado a tomar una cerveza con el Metalsaurio y Back. Se habría bebido cien mil y la noche habría acabado por la mañana entre mareos, carcajadas y vómitos a la luz del amanecer. Pero esta vez no tenía ganas ni para eso ni para cenar revuelto de humanos con su familia y amigos cucudrílicos.
Su piel estaba ya arrugada y los ojos rojizos de tanto bucear en el agua. Llevaba todo el día haciéndolo, solo, evitando el contacto animal.
Cuando todos salieron por fin de la laguna, él aún se mantuvo húmedo por un largo rato. En las profundidades acuáticas, a kilómetros de distancia de la superficie, no se oían las carcajadas ni los besos de sus amigos y familiares. Cómo podía sentir ese rechazo tan grande hacia la gente que más quería... Estaba claro, era la envidia, el sentirse impar: la dificil gesta de ser uno.

Anónimo dijo...

Muy chula, galizian.
ahora, id los dos a que os hagan una revisión...

Metalsaurio dijo...

Al salir, se lo pensó dos veces y, en silencio, tomó asiento en la roca, junto a Back y el Saurio, a esperar, a ver si cantaban los cucudrulos, o a ver si Pork, el hermano de Tork, pasaba por allí a animarlos con su guitarra (nada que ver con la guitarra de lava del Metalsaurio, cuyos solos aún resuenan las noches de luna llena).

Metalsaurio dijo...

(no descarto lo de la revisión ;) )

Anónimo dijo...

Pork era un cucudrulo un tanto afeminado con una sensibilidad extrema que le hacía tocar la guitarra con gran destreza, aunque luego le dolían los dedos y se quejaba como una nena. Apareció al cabo de un rato y tentó al Metalsaurio con un riff super potente y pegadizo. El Metalsaurio, se sacó su guitarra de lava del culo, y deleitó a sus amigos con un punteo virtuoso a la luz de la luna.