lunes, 9 de junio de 2008

Saturación sensorial (La pecera)

Las paredes, en deprimente amarillo dominical, enmarcaban la jaula en la que, nota tras nota, morían las canciones que –soporífero el piano y lánguida la voz- nacían de la garganta profunda del gramófono.

-… I'm living, I’m dying, I’m killing for you…

Una tonta desazón era empujada de un lado a otro, chocando en cada golpe contra náuseas, sudores y escalofríos, para finalmente, instalarse en donde un día brotó de improviso.

El antiguo teléfono negro, sonaba y se cortaba, sonaba y se cortaba. Y así, muchas veces, y nunca antes de medianoche. Era entonces, cuando el agua de la pecera se arremolinaba por las vueltas que un enloquecido pececillo de colores daba en su frenético girar. Vuelta a vuelta, hacía de sí mismo el centro de la pecera, y en cada segundo olvidaba lo que le complacía u horrorizaba en el segundo anterior, soñando, ora con sus destellos, ora con el cristal…a veces con agua, y a veces con mezcal.

4 comentarios:

Metalsaurio dijo...

No me quedo tranquilo hasta que lo que se me ocurre lo escribo...así que ahí queda :)

Anónimo dijo...

Mezcla mezcal con domingos y acabarás fatallllllllll... Me alegro de que vuelvas.

Anónimo dijo...

¡¡Ché!!
¡¡Qué bueno que volviste!!

Metalsaurio dijo...

qué bueno que vós también ;)