lunes, 30 de agosto de 2010

God Gave Me Everything (Mick Jagger)

Conversación real:

Metalsaurio:...y entonces me mira fijamente y me suelta "no tiene sentido escuchar heavy: no es música para ligar".

Sujeto 1: ¿y no lo has matado?

En otro orden de cosas: llevo todo el día con una canción de Mick Jagger en la cabeza (me entero ahora, gracias a youtube, que también participa Lenny Kravtiz) y, en vista de que llevo un tiempo sin actualizar el blog, aquí queda la canción, para regocijo del pueblo y de la corte:



viernes, 20 de agosto de 2010

Interferencias: La celda

Más de media docena de cadáveres en la orilla avalaban la detención de un Raúl que, cuando llegó la policía afirmó, y más tarde, en la celda mantuvo, que se trataba de un error y que sólo hacía fotografías.

Más de media docena de cadáveres en un apartamento del barrio Este apuntaban a una Sofía sentada en un sillón como culpable de su transmutación en arte pictórico primitivo. Ya con las esposas, en el coche patrulla y en comisaría declaró que su único delito era bailar.

Más de media docena de cadáveres creyó contabilizar la policía una vez que consiguieron reducir a Tomás y a su motosierra en las calles cercanas a su domicilio. Las únicas palabras que dijo al ser encarcelado fueron para señalar que sólo había ido a dar un paseo.

A Manuel lo detuvieron en uno de los bancos que rodeaban el lago mientras alimentaba a los patos del parque y a alguna que otra paloma. Manuel tenía noventa años, Alzheimer y siempre aparecía, con migas para los patos y un periódico abierto en las páginas locales, a la mañana siguiente de que algún suceso trastornase la vida de la ciudad.

-No sé nada –decía.

En la celda nadie se atrevió a mirarlo fijamente, pero todos recordaron haber visto su cara en el cuarto oscuro de su subconsciente.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Interferencias: El balcón

Varios eran los balcones desde los que esa noche escapaba un fino hilo cargado de nicotina: el que manaba del balcón de Tomás estaba alimentado por los pensamientos de su propietario y, por ser muchos o pocos pero densos, prolongaban la vida de los siete centímetros de cigarro más allá de lo normal. A bocanadas, en lo alto, la luna parecía absorber humos y pensamientos de todos los cigarros nocturnos, “incluido el mío” pensó Tomás. Tras el filtro, las divagaciones de Tomás daban vueltas sobre el mismo tema: ni los malos no eran tan malos, ni los buenos tan buenos. Ni duros los héroes, ni justa su justicia.

Tomás arrojó su pitillo a la calle y con la nariz apuntando al suelo observó cómo la luciérnaga cilíndrica caía dejando una pequeña estela de testigo. Cayó. Y Tomás agarró algo y bajó las escaleras.

Sus pasos sonaron más pesados de lo habitual en los escalones de madera del edificio. Sus pasos sonaron más siniestros de lo habitual en las baldosas del portal. Los dientes de su motosierra sonrieron malignos a calles y comenzaron a reir.


lunes, 16 de agosto de 2010

La canción del pirata (Espronceda / Tierra Santa)

Tierra Santa popularizó La canción del pirata de José de Espronceda entre el público metalero, y entre el público que sin ser de gustos metaleros, tiene los oídos abiertos a la buena música y a la buena poesía.



Con diez cañones por banda
Viento en popa a toda vela
No corta el mar si no vuela
Un velero bergantín

Bajel pirata que llaman
Por su bravura el temido
En todo el mar conocido
Del uno al otro confín

La luna en el mar riela
Y en la lona gime el viento
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul

Y ve el capitán pirata
Cantando alegre en la popa
Asia a un lado, al otro Europa
Y allá a su frente Estambul

Navega velero mío
Sin temor que ni enemigo navío
Ni tormenta ni bonanza
Tu rumbo a torcer alcanza
Ni a sujetar tu valor

Veinte presas hemos hecho
A despecho del inglés
Y han rendido sus pendones
Cien naciones a mis pies

Que es mi barco mi tesoro
Que es mi dios mi libertad
Mi ley la fuerza y el viento
Mi única patria la mar

Allá muevan feroz guerras
Ciegos reyes, por un palmo más de tierra
Que yo tengo aquí por mío
Cuanto abarca el mar bravío

A quien nadie impuso leyes
Y no hay playa sea cualquiera
Ni bandera de esplendor
Que no sienta mi derecho
Y de pecho a mi valor

Que es mi barco mi tesoro
Que es mi dios mi libertad
Mi ley la fuerza y el viento
Mi única patria la mar

A la voz de barco viene
Es de ver como vira y se previene
A todo trapo escapar
Que yo soy el rey del mar

Y mi furia es de temer
En las presas yo divido
Lo cogido por igual
Solo quiero por riqueza
La belleza sin rival

Sentenciado estoy a muerte
Yo me rio, no me abandoné a la suerte
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna antena

Quizá de su propio navío
Y si caigo ¿qué es la vida?
Por perdida ya la dí
Cuando el yugo del esclavo
Como un bravo sacudí

Son mi música mejor
Aquilones el estrépito y temblor
De los cables sacudidos
Del negro mar los bramidos

Y el rugir de mis cañones
Y del trueno al son violento
Y del viento al rebramar
Yo me duermo sosegado
Arrullado por el mar

Que es mi barco mi tesoro
Que es mi dios mi libertad
Mi ley la fuerza y el viento
Mi única patria la mar

miércoles, 11 de agosto de 2010

Interferencias: La fiesta

La fiesta había comenzado a la hora en que las primeras sombras asomaban la nariz en los sórdidos callejones del barrio este, y las casas, cada vez más iluminadas, se abrían y cerraban para cobijar a los que daban por finalizada la jornada o, como en el caso que nos ocupa, inauguraban las únicas horas aprovechables del día, las oscuras.

Por invitados, los artistas locales; su llegada, un gotear de pequeños grupitos; su estancia, sonrisas, chistes, risas. Escultores, pintores, poetas, músicos. Sólo faltaba el alcohol suficiente para hacer cumplir con una llamada telefónica la promesa del anfitrión: putas y enanos para todos.

A los enanos, por pequeños o escasos, no los encontraron. A las putas, por ser exquisita la demanda y de oro la oferta, fue difícil encontrar, al menos, una asequible y, finalmente, tras media hora de llamadas, optaron por una stripper que, a su llegada, se presentó por el mismo nombre con el que se anunciaba en prensa, Sofía.

Tras un buen rato de bailes de la chica y aullidos del público, Sofía aguantó en la fiesta lo suficiente para charlar animadamente con uno de los pintores. Lo suficiente, para que horas más tarde, la detuviesen en el piso con toda la concurrencia muerta y en las paredes las palabras High Art pintadas en sangre.


domingo, 8 de agosto de 2010

Interferencias: La playa

El nombre de la playa no es, ni por asomo, tan importante como el saber que sobre arenas y agua, el cielo lucía tan gris y esponjoso como cualquier día nublado a punto de tornarse en noche. Ausentes se agitaban las olas, despreocupadas de su anterior afán por hacer suya la orilla. También las arenas sellaban la paz y tranquilas se presentaban ante el mar, dejando atrás las lomas y las grandes dunas.

Desde una de estas lomas y a través de un objetivo, Raúl contemplaba cómo el sol con sus últimos bríos diarios despertaba reflejos y tonos nunca vistos en las veinticuatro horas precedentes y cómo un paseante, sin más filtro que sus ojos, miraba al mar y caminaba descalzo por las húmedas arenas de la orilla, pequeño todavía en la distancia pero más que nítido a través de las lentes que acercaban su cara a las retinas de Raúl: distinguía sus ojos, el leve movimiento de su nariz y su boca al respirar, distinguía también una pequeña gota de sudor en su frente. Con cualquier cámara fotográfica que lograse al menos la mitad de la definición que alcanzaba su objetivo, pensó Raúl, una buena foto estaba asegurada. Pero ese atardecer, Raúl no era fotógrafo y apretó el gatillo.