viernes, 22 de julio de 2011

Aguas paradas

En los viejos canales del Dam las aguas que dicen centenarias bailan reggae mientras el único barco no atracado navega lento, popopó, bajo las estrellas. Es de noche, las lucecitas brillan en lo alto, las bicicletas ya duermen. Palabras en babilonio se escuchan a lo lejos, también alguna risa franca, flamenca o germana.

Un pasaporte de absenta y vuelo asomado al canal. Qué paz, qué noche. Qué bonito. Las pequeñas olas me devuelven del cielo a la tierra y de la tierra al fondo del agua: una silueta casi humana se mueve, me llama; nada, flota y me llama otra vez. O mucho os parecéis o te has vuelto sirena.

Salto y te alejas. Te llamo y me ahogo. Me miras y te vas.

lunes, 4 de julio de 2011

El desapego, por Jorge Bucay

Quizá los restos del apóstol Santiago descansen en un lugar más o menos alejado de la capital gallega o quizá realmente reposen en el sarcófago de la catedral, pero lo que es indudable es que un paseo por sus calles empedradas, por su Alameda o por la zona nueva, la presencia de la Catedral de Santiago se siente de la misma forma que se siente la especial tranquilidad que transmite su conjunto.

Supongo que parte de la espiritualidad de la ciudad imbuye a sus gentes y cada cual la canaliza a su manera. Algunos, leyendo y recomendando a Jorge Bucay. De ahí que a las 3 personas que les he oído hablar de este autor argentino sean santiaguesas.

El caso es que finalizada mi lectura de El Palestino he retomado El camino de la espiritualidad – Llegar a la cima y seguir subiendo (de Jorge Bucay) y a las pocas páginas he topado con la definición de un concepto muy útil para manejarse por la vida, “el desapego”:

Desapegarse quiere decir aprender a vivir y disfrutar, aceptando la posibilidad de no tener con nosotros las cosas que amamos.

Desapego es la capacidad para soltar lo que amo, especialmente sin dejar de amarlo.

Desapego es aprender a dejar ir, sin odios.

Desapego es comprender que, tarde o temprano, “lo otro” nos dejará o habremos de dejarlo (por lo menos del modo en que lo conocimos hasta ese momento).

Cuando consigo esto, sucede algo maravilloso.

Porque entonces…puedo tener, puedo desear, puedo poseer cosas y armar vínculos sin volverme dependiente de ninguna de estas cosas.

…Si comprendemos esto, la perspectiva de perder cualquiera de esos lugares o vínculos no resultará tan nefasta, la fantasía del final será de por sí dolorosa pero no apocalíptica, no sentiremos ese temor paralizante, no intentaremos vivir previniendo el futuro y sobre todo no viviremos aferrados a cosas que ya hemos perdido por creer que no podríamos vivir sin ellas.

Y lo mejor no es eso. Lo mejor es que nuestra capacidad de disfrutarlos auténticamente mientras están cerca se multiplicará.


domingo, 3 de julio de 2011

Mullah Nasruddin

Ayer terminaba de leer El Palestino, de Antonio Salas (el periodista infiltrado de Diario de un skin y de El año que trafiqué con mujeres). Gran trabajo el que está detrás de esta infiltración que duró 6 años durante los que se hace pasar por un palestino nacido en Venezuela y entra en contacto con lo que unos llaman terroristas y otros guerrilleros, de Oriente Medio y Sudamérica y echa algo de luz sobre las relaciones que los unen, la imagen que se transmite de ellos y de los territorios que habitan y la realidad que viven. Desde mi punto de vista, muy recomendable.

Sin embargo lo que origina esta entrada es una de las citas que Antonio Salas hace del Mullah Nasruddin, a quien define en su página web como:

Personaje literario de origen presuntamente turco. Se le presenta como un desternillante antihéroe y antimístico, y su literatura satírica está repleta de verdades evidentes que utilizan el humor, la ironía y la crítica para transmitir una enseñanza. Representado siempre sonriente y a lomos de su burrito, desde el siglo XIII sus cuentos y anécdotas recorren todo el mundo islámico, y aún hoy son aplicables.

La cita es la que sigue:

..Trabajando de barquero, en cierta ocasión contrató sus servicios un erudito para que lo trasladase a la otra orilla de un lago en su barca. Mientras navegaban, el euridito le preguntó: “¿Conoce usted la gramática, la filosofía?”, y el Mullah le respondió: “En absoluto”. A lo que el erudito replicó: “Pues sepa que ha perdido la mitad de su vida…”. Mediada la travesía cuando se levantó un temporal que hizo zozobrar la barca y, mientras se hundía, Nasruddin preguntó al erudito: “Y usted, ¿sabe nadar?”. A lo que el aterrado sabio respondió: “En absoluto”. “Pues sepa –concluyó Nasruddin- que va a perder usted su vida entera…”.

sábado, 2 de julio de 2011

Compañía

El timbre de la tienda sonó a la vez que una pareja –ella primero, él después- atravesaba el umbral y se dirigía a las sillas de la mesa más cercana. Ella en su parloteo y él en su escucha ausente, tomaron asiento y respondieron un atropellado buenos días al saludo del vendedor.

-¿En qué puedo ayudarles?

Era una tienda de compañía en la que no había perros, gatos o tortugas. Ni peces, ni cerdos ni pájaros. Al fondo había dos salas amplias y luminosas a cuyas ventanas se pegaban como lapas los clientes mientras se decidían que mascota llevarían a casa. En la habitación de la derecha varios cuerpos desnudos, en apariencia humanos, esperaban apagados a que alguien los eligiese. En la habitación de la izquierda, más cuerpos, en apariencia humanos, iban y venían con aspecto aburrido. Alguien comentaba en voz baja que “¡Qué cosas, oye! ¡Apenas se nota que han despojado de su humanidad a estos esclavos!”

-A ver, a ver…lo he comprado hace unos días. Mire –rebuscaba en su bolso, rebuscaba en la cartera-, ¡si hasta tengo el ticket! Seguramente hasta me recuerde. Usted me decía que era perfecto como compañía: que estaba nuevo, que habla, folla, cocina y haría todo lo que le pidiese.

-Vaya, ¿y no es así? –el vendedor le dirigió una mirada de reprobación al aludido. Comprobó el ticket y exclamó- pues es el modelo BR11. Estaba dando buenos resultados.

-Bueno…funcionar, sí que funciona. Pero no del todo. Dice que tiene sentimientos. ¿No me habrá dado un esclavo “cargado” en vez de un robot?

-¡Uy! Pues esclavo o robot, tendremos que extirpárselos.