Era incompresible, pero era real. Miles de cabezas de caras tristes gritaban y se quejaban ante la fina pero armada línea de cascos rellenos, decían, de más cabezas, y con sus voces turbaban las diminutas cabezas de los políticos que cobijados, aún tenían orejas.
-No me dejan dormir, papá.
Alejado de la manifestación, en la mansión del Delegado del Gobierno, las protestas quedaban lejos y ahora era el niño quien se quejaba una y otra vez.
-Es que en tus oídos retumban sus gritos. Y me despiertan.
-Vuelve a la cama –dijo el padre-. Haré una llamada, y en cuanto comience la carga contaremos ovejitas juntos hasta que te quedes dormido.
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Y comenzó la carga y el sueño ahogó las protestas, y por la mañana llevó al niño al colegio, aun con restos humeantes y alumnos y profesores tratando de mejorar la enseñanza.
Y cuando el niño se alejó se marchó al Parlamento a descansar tras una noche molesta.
Pueblo calidade! crack :)
Un abrazo!
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