domingo, 13 de mayo de 2012

La corte del rey bufón

Multitud de banderas coloreadas ondeaban al viento en las murallas de la corte del rey bufón, y multitud de cascabeles pendían y se mecían en cada una de las banderas. La fortaleza era de muros y pasillos acolchados, y en el foso, en su día repleto de cocodrilos, nadaban alegres las focas.

En la sala del trono los bufones más distinguidos se reunían con el rey, y con él, y entre  risas y malabares, debatían los asuntos importantes del país: el impuesto por lágrima, los incentivos por chiste y los colores de los pendones.

Cuando el rey bufón quería divertirse de verdad hacía llamar al listo del pueblo. “Haz una de esas cosas que haces, hombre listo”, le decía el rey. Y el hombre listo, en una pizarra planteaba una suma para que el rey la resolviese. Y así se pasaban horas. Entre risas y con la misma suma.

martes, 1 de mayo de 2012

La botella

...bueno, bueno, bueno...los usuarios de blogger ya habréis visto el cambio total que han hecho en la "parte de atrás" de vuestros blogs...para los que no sois usuarios...os puedo asegurar que ahora es más fácil quedarse boquiabierto con el pifostio que han montado, que publicar una entrada. En fin, ahí va el relato:

Las contemplaba anonadado, como siempre lo había hecho, deslumbrado por esa inaccesibilidad frágil capaz de volar en el mismo instante de extender un billete sobre la barra, señalar y decir “esa”.

Al otro lado, el dueño del local se movía con parsimonia, tal vez para mantener la compostura de su poblado bigote y no manchar más de la cuenta su mandil-uniforme. Era regordete, y caminaba algo encorvado, lo justo como para que cada vez que, buscando, levantaba la nariz diese la impresión de estar a punto de predicar. 

-Tengo justo lo que buscas –le dijo, chasqueando los dedos, al contemplativo y ya medio borracho cliente. Se volvió hacia la estantería, al mar de colores y formas de las botellas de licores varios, y casi trepando por ellas se hizo con una y la colocó frente al cliente – Esta es.

Era una botella vieja, baja y culona, de boca ancha y cristal burdo. Perfecta para meter una carabela en su interior.

Sin darle tiempo a responder y llamándolo a la calma con las manos, la cogió de nuevo, la levantó y la miró al trasluz: Sí, ya sé que parece vacía. 

-Es que está vacía…

-Tampoco necesitas beber más. Estás sentado con una copa y mirando botellas: parece que más que líquido necesitas ayuda.

Suspiró el cliente. Dio un trago, resignado a escuchar y preguntó lo inevitable: ¿y esa botella vacía me va a ayudar?

-¿Que si te va a ayudar? –meneó el bigote con desaprobación- Chico, esta botella tiene su historia. Flotó durante meses, desde Isla Dugän a la lejana ciudad de Nemelia para llevar el mensaje de auxilio del náufrago Francisco de Ventura. 

-¿El pirata?

-Pirata, superviviente…poco más da. En cualquier caso, hablamos del mismo. Ese que, hundido su barco, llegó a nadando Dugän con una botella de ron en la mano. El que con un palito y sangre de sabediosqué, escribió su ubicación en la etiqueta de la botella y la echó al mar. Tuvo la buena suerte de que unos pescadores dieran con ella. Tuvo la mala suerte de que informaran la Marina, ya que enviaron a unos cuantos arcabuceros para llevarlo de vuelta Nemelia, encerrarlo en un calabozo y sin más juicio que una entrevista con el Gobernador, colgarlo.

Pese a conocer la historia del pirata, que el camarero le sugiriese su propia muerte por ahorcamiento no le sedujo. Y escupió la bebida.

-Vaya… ¡qué agradable!

El camarero se encogió de hombros y con una amplia sonrisa continuó:

-Hay quien dice que en la entrevista, conchabado con los carceleros, dieron el cambiazo y el ahorcado fue el Gobernador.