Dios, cocinero universal que todo
lo sabe, entiende y organiza, descansó en el séptimo día y puso en orden sus
pensamientos, ya bastante ordenados de por sí. Sacó dos cajas de ese sitio del
que Dios saca las cosas y, en una de ellas metió todas las virtudes y buenas
acciones de las que la humanidad sería capaz, además de una lista con los
nombres de los virtuosos; en la otra, colocó los defectos y las malas acciones
que la humanidad desarrollaría, y también una lista de nombres para identificar
a los hombres malos. Separados por cajas, buenos y malos, su destino quedaba
sellado.
Al finalizar el día, recogió Dios
las cajas y mientras se deshacía para fundirse hacia el Más Allá contemplativo,
una de las cajas, la de los malos, cayó al mar y la recogió uno de tantos
monstruos acuáticos. La miró, la agitó en sus manos escamosas y le dio vueltas
y vueltas hasta que la caja se abrió.
-¡Ju, ju, ju!- Se reía el
monstruo al ver las más pérfidas y oscuras maldades de los humanos ya vivos y
de los humanos por llegar. Y mientras rebuscaba entre los secretos y reía, las
maldades flotaban y se extendían, contaminando a más hombres de los previstos y
entristeciendo mucho al monstruo, que tras los primeros minutos, preocupado,
dejó de reír.
2 comentarios:
Me gusta mucho esta mitología que te has inventado.
Porque te lo has inventado, ¿no?
Y me gusta mucho cómo lo cuentas.
"...y puso en orden sus pensamientos, ya bastante ordenados de por sí." Me encanta.
¿Inventado? ¿Acaso no fue así? jajaja!
Gracias, me alegro de que te guste. ¿Por qué no crear tus propios mitos? :D
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