martes, 27 de noviembre de 2012

Dulces sueños

Esta noche es la primera en la que Guille duerme con la luz apagada. Los padres ya lo han arropado y ya le han leído el cuento de Boogie, el oso astronauta. La madre, aún así lo nota intranquilo y le recuerda que es noche de luna llena y que en las noches de luna llena el coco se esconde.

Guille se encoge en cama, sólo se le ve el pelo. Es como una bola de ropa que da vueltas y vueltas tratando de dormir. Contar ovejitas no le ayuda porque apenas sabe contar y tampoco encuentra una correspondencia clara entre las ovejas y el sueño. Guarda silencio y duda de si llorar o llamar a gritos a su madre. Silencio. Sólo se oye el ritmo de su respiración, medio mocosa y algo…como una voz, afuera.

Asoma la cabeza y escucha. La voz es la de un desconocido, pero claramente llama “Guille, Guille”. Y Guille está aterrorizado. Las palabras se le atragantan y no puede ni llamar a sus padres. Se incorpora levemente con miedosa curiosidad y mira por la ventana. Al otro lado, mirando a izquierda y a  derecha con pinta de desesperación, el coco lo vuelve a llamar “¡Guille, joder, abre la ventana!”

Pero Guille no abre. Sólo es capaz de mirar, anonadado, al coco. Y el coco implora, impaciente. “¡Abre, Guille!”. Cada vez chilla más fuerte. Es raro que sólo él lo oiga. La luna está llena y en lo alto. Nada tiene sentido. “¡Por favor!”

Algo sale de entre los arbustos. Es peludo y por su forma de correr parece que no se decide entre correr erguido o a cuatro patas. Pero el caso es que corre detrás del coco alrededor de la casa hasta que lo coge y se lo zampa.

El hombre lobo mira a Guille desde el jardín y lo saluda. El coco ha muerto. Y Guille tiene más miedo que nunca.




lunes, 12 de noviembre de 2012

Consulta popular


Hoy quiero haceros una consulta relacionada con vuestros gustos a la hora de leer.

Viene a colación porque la gente que me comenta sus impresiones acerca del libro que publiqué recopilando relatos del blog y añadiendo alguno más, tienen un factor común: después de señalar que les gusta y animarme a que siga escribiendo, apuntan que los finales son demasiado abiertos y, en consecuencia, no entienden lo que quiero decir.

Me gustaría aclarar que, posiblemente y de forma inconsciente, me líe y no se entienda alguna historia, sin embargo, en la mayor parte de ellas, el que tengan circunstancias ambiguas y/o finales abiertos, es intencionado y con la finalidad de que el lector, poniendo algo de su parte, participe de la historia, haciéndola más suya.

Es cuestión de gustos, claro. Y algo me dice que ese "no entender" se debe sobre todo a no compartir el gusto por los finales abiertos. Por eso me gustaría conocer vuestra opinión:

¿Os gustan más los finales abiertos o cerrados?

Los relatos que podéis leer en el blog, ¿creéis que son demasiado abiertos?

¡Gracias!


lunes, 5 de noviembre de 2012

La Orden

Para indagar en los orígenes de esta Muy Secreta y Antigua Orden hemos de remontarnos millones de años atrás, justo hasta el momento en que los incipientes simios, apenas conscientes de su yo, escrutaban un planeta todavía joven y rebosante de claves primigenias.

Cuentan los sabios que entre estos homínidos de las cavernas había quienes dibujaban en las grutas sus avatares diarios y quienes plasmaban y ocultaban el poco pero precioso saber que el mundo les daba a conocer. Este último grupo, el de los inventores de la rueda, es sobre el que debemos poner la lupa en tanto en cuanto es el germen de la Orden.

Supongo yo, sin que mis fuentes lo nieguen, que sus fundadores configuraban un grupo simiesco y más bien peludo que con el tiempo fue afinando y recopilando más y más claves. A día de hoy, herméticos como son y recelosos de los no iniciados, eluden mi propuesta de estudiar sus libros secretos y sus obras. “A la vista están” responden.

Como nueva vía de investigación les propongo desplegar un atlas histórico y recorrer juntos, página por página, los principales monumentos y hechos. Y así, interpretando sus risitas cómplices como afirmaciones y sus caras de aburrimiento o indiferencia como acto de negación, llego a las siguientes conclusiones:

Podemos reconocer la huella de la Orden en las pirámides del Egipto faraónico o en las del México azteca. También podríamos reconocer sus claves y armonía en la arquitectura atlante y en cualquiera de las desaparecidas siete maravillas. Intuyo que del Coliseo Romano y del Partenón heleno también podrían hablarme largo y tendido. Sin embargo, se abstienen.

“Lo desaparecido, desparecido está”. Y como dicen en la Orden, haciéndose los distraídos, “por algo será”, dejando así entrever que no perdonan a los que se van de la lengua o los que hacen demasiado evidentes los conocimientos que sólo unos pocos estaban destinados a conocer.

Finalizada la entrevista y con una ligera sensación de irme con las manos vacías, me piden que espere. Como muestra de buena voluntad, dicen, hacen pasar a un miembro de la Orden, bajito, fuerte, que entra empujando una pesada esfera de piedra.

-“Procede con la demostración, Hermano”.

Y el hermano bajito y fuerte, que a su cinto lleva colgando un martillo, lo coge y comienza a pulir la bola, dando forma a lo que los no iniciados ni siquiera concebimos, pero que da nombre la arcana congregación: La Muy Secreta y Antigua Orden de los Cuadradores del Círculo.