-¿Lo oyes?
En Clickville, pueblo de
artesanos relojeros, sólo se escuchaba el sonido de lo cotidiano hasta que el
silencio lo inundó todo. La gente, tratando de escuchar, dejaba de hablar,
dejaba de hacer y miraba al cielo, algunos, incluso, con las manos levantadas,
como implorando a su Dios cósmico.
Era mediodía, y el cielo,
encapotado desde primera hora de la mañana, se volvió especialmente oscuro. Una
enorme sombra negra volaba por encima de las nubes e impedía que la luz llegase
al valle. Estaba claro, además, que no se trataba de un eclipse. Ni siquiera
uno de tantos impredecibles eclipses draconianos, pues cuando tenían lugar, ocultaban
el sol, pero las llamaradas de los dragones compensaban la luz solar y
aumentaban en varios grados la temperatura del globo terrestre. Ahora, en cambio, ni se notaban variaciones
en la temperatura ni la poca luz que recibían tenía tintes de llama.
En cualquier caso, sí parecía un
fenómeno ligado a uno de los cinco dragones primigenios, Creadores y Amos del
Todo. Daba igual cual, a fin de cuentas, si un dragón que vuela en picado hacia
tu pueblo le da por escupir fuego…ya puede llamarse a Ataxis o Texux, que el
pueblo quedará reducido a cenizas.
De entre las nubes, en elegante maniobra
aérea, surgió el dragón. Sobrevoló un par de veces el pueblo y se plantó, fijo
cual helicóptero, sobre la catedral, sin tocarla y batiendo las alas en
silencio, observando la quietud del anonadado pueblo relojero.
En Clickville, no sabían mucho de
dragones. Si supiesen mucho de dragones, sabrían que un Tiranosaurio Rex no es
lo mismo que un dragón primigenio, y que el dragón, a diferencia del
dinosaurio, te ve, te muevas o no. Sin embargo, ellos permanecían en silencio y
quietecitos.
-Debe de tratarse de Aitaim.
En Clickville, como ya hemos
dicho, sabían mucho de relojes. Sabían mejor que nadie que el tic-tac del reloj
es sólo eso, un tic-tac que apenas puede mirar a los ojos a la inmensidad del
tiempo. Sabían que el tiempo, si es que existe, no tiene sonido. Como tampoco
lo tiene el vuelo de Aitaim. Hasta ese mediodía dudaban de si Aitaim, Primer y
Único Dragón del Tiempo, era leyenda o también realidad.
De Aitaim se contaba que se movía
en el tiempo como pez en el agua, si es que el símil sigue siendo válido a
pesar de la diferencia de tamaños. Iba y venía del pasado al presente, del
presente al futuro y, ¿por qué no? aunque nadie lo podría corroborar, del
pasado al futuro. Era pacífico como una vaca cuando estaba de buenas y
flamígero como el que más cuando estaba de malas. Sin embargo, había algo que
lo hacía especialmente terrible: su capacidad para traer consigo objetos y
seres de otras épocas.
Es cosa de él, dicen, que en el
último eclipse draconiano, se pudiese ver al difunto Kumbrenthor, volando junto
a los demás, y ocultando el sol.
4 comentarios:
I ♥ It
Pensaba que me iba a quedar mejor. De hecho, los anteriores me gustan más. Aún así, también me gusta.
Muchas gracias, Ángeles.
Un saludo.
Hola niño ¿còmo estàs?
Hola Angie!
Cuánto tiempo! Acabo de ver tu comentario! (no sé porqué, pero a veces no me llegan correos con el aviso de los comentarios).
Por aquí sigo, camino de los 6 años de blog...¿llegará? jajaja!
Te he perdido la pista por completo. ¿Tienes algún blog nuevo?
Un saludo.
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