Comentaba Ángeles en la entrada anterior que “Dicen los
que saben mucho de esto que un texto está terminado no cuando no hay más que
añadir, sino cuando no hay más que quitar.” y es éste un asunto
sobre el que llevaba un tiempo pensando y que merece reflexión antes de
posicionarse.
Reconozco que hasta hace poco la cuestión de si existe un
forma de escribir que prime sobre las demás, si existe una absoluta “mejor
forma de escribir” era algo a lo que no le dedicaba atención. Como mucho,
identificaba patrones (temas, personajes, estilos narrativos) en mis lecturas y
extraía rápidas (y por tanto sin valor definitivo) conclusiones sobre los requisitos
que debe reunir una obra para lograr el éxito, entendido éste en su faceta más
extendida, es decir, como un gran número de ventas.
En mi opinión, calidad y éxito de ventas no siempre van de
la mano. Puede haber y hay, calidad sin éxito ventas, y éxito de ventas sin
calidad. Creo también que deberían existir más parámetros que las ventas para
medir el éxito de un texto o de cualquier expresión artística…pero es aquí, al
buscar esos parámetros que definen la calidad, cuando nos metemos en un terreno
pantanoso.
¿Cuáles son esos criterios? ¿Quién los establece? ¿En qué
medida son objetivos? ¿Es más válida la opinión de un crítico que la opinión
propia?
Para responder a estas preguntas el que quiera puede
incluso remontarse hasta Platón y a sus “ideales”, reflexionar sobre la
existencia y el valor de lo objetivo y de lo subjetivo, y habrá quien, como yo,
después de un rápido a examen (y por tanto, también, sin valor
definitivo) crea estar en el punto de partida. Con preguntas, sin respuestas.
Pero con un trabajo mental detrás que creo que enriquece por cuanto cuestiona
objetividades y subjetividades.
¿Existe una mejor y absoluta forma de escribir?
Según la corriente literaria de la que uno participe (como
autor o lector), así será su respuesta. Y esas respuestas serán distintas según
se le formula la pregunta a un autor de siglos atrás (Cervantes) o a un
escritor contemporáneo (Dan Brown). Serán distintas si se le pregunta a
novelista que a un poeta, a un dramaturgo o a un guionista de cine.
Pueden existir autores y movimientos artísticos (recordemos
las “vanguardias” que teníamos que estudiar en el instituto) que establezcan
criterios, válidos para sí mismos y que debemos tener en cuenta para contemplar
sus obras, pero que difícilmente sientan unas bases definitivas y atemporales
sobre las que toda obra deba ser juzgada. Posiblemente lo que para ese autor o
corriente sea la máxima expresión de perfección y belleza, para otro autor o
lector, esa obra sea una plaga en forma de letras.
Con todo esto quiero decir, aunque
sin certezas, que considero que un texto puede ser bueno o malo en función de
los criterios que se utilicen para juzgarlo y que por tanto no existen formas
de narración que sean absolutamente mejores que las demás. Posiblemente, la
cuestión se reduzca a que cada cosa tiene su público (aunque ese público se
limite al propio autor) y cada público tiene sus gustos.
3 comentarios:
Planteas muchas cosas interesantes en tu entrada, que darían para mucho comentar, pero me limitaré a opinar que, al margen de los criterios, los estilos, intereses, etc, hay algo, creo yo modestamente, que hay que tener en cuenta siempre y que creo es un valor objetivo: evitar aburrir y cansar.
Sé que no está bonito autocitarse, pero a lo mejor te gustaría esto:
http://juguetesdelviento.blogspot.com.es/2012/12/la-regla-del-beso.html
Saludos.
Coincido en el valor del propósito de evitar aburrir y cansar.
Sin embargo, me cuesta verlo como un valor "objetivo" porque es dificil valorar si el que escribe tiene esa intención o no (se le presupone). Y habrá quien considera que lo logra y quien no.
Me parece un tema muy complicado en el que apenas tengo certezas.
Un saludo.
Pues es verdad, lo del aburrimiento no es tan objetivo, porque lo que a mí me puede parecer aburrido a otra persona puede parecerle muy interesante.
Pero, como dices, al menos la intención hay que tenerla :-)
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