miércoles, 5 de agosto de 2015

Segunda Venida (Dibujo)



El Mesías tuvo bastante la primera vez con la cruz y los tres clavos. En la Segunda Venida, Cristo no se anda con chiquitas y toma revancha en cuanto puede.

Si ayer era el relato, hoy toca el dibujo. Dibujito de San Fernando: un poquito a Photoshop y un poquito a mano :)


martes, 4 de agosto de 2015

Segunda venida

¡Vaya cara se te ha quedado, eh, Dinosaurio!

Ese relato que comenzaste la semana pasada, ¿dónde está? ¿Acaso no lo encuentras ahora que ibas a continuarlo? ¿Lo has perdido? ¿Te lo he robado?

Perdido, robado por los duendes informáticos. Poco importa. Lo tengo en la cabeza. Y el hecho de no encontrarlo me ha llevado a recuperar un relato que, si el ordenador no me engaña, comencé el 25 de Junio de 2007 y quedó sin terminar.

A veces escribir sin más pretensión que pasarlo bien es la única forma de avanzar. ¿Y dejar la calidad de lado? Sí. La calidad llega, siempre que se disfrute de lo que se hace y se practique lo suficiente. Pero sin el disfrute, no se practica, no hay calidad y no se avanza.

Guiándome por esto, por la casualidad de haber encontrado este relato (inicialmente, cuando lo dejé a medias lo llamé Tercer disparo en el pecho) y por un libro de ilustraciones que ojeo de vez cuando (Mr. Bulb, de Pasqual Ferry) decidí continuar lo que quedó en pañales en el 2007. Decía Pasqual Ferry  en el prólogo de Mr. Bulb que empezó a dibujarlo (son dibujos, casi esbozos, de los avatares de una bombilla con cuerpo humano, acompañados de alguna reflexión) sólo por diversión y por desatascarse. De esa diversión, nació ese librito, que nada tiene que ver con sus dibujos habituales, de super héroes (tengo entendido que ilustra Iron Man y supongo que alguno más)

Y de esta diversión mía, nació la reconstrucción de Tercer disparo en el pecho. Se llama Segunda Venida.


Tercer disparo en el pecho, tercera convulsión. Fue entonces cuando volvió en sí. Se encontraba sentado, atadas sus muñecas a las patas traseras de una silla, y los tobillos a las delanteras. Intuía que le dolían, así como también intuía que la costra que sentía pegada a su labio inferior era de la misma naturaleza que el líquido que le impregnaba el pecho y fluía a borbotones. Sangre. Su sangre.

Mal asunto. Muy malo. Pero al fin y al cabo, habían sido los disparos los que lo habían hecho retornar a la vida. Sus recuerdos…sus recuerdos empezaban en esa tercera convulsión que lo había hecho despertar. Estaba desorientado, se sentía amenazado. A unos pasos delante de él había un hombre, pistola en mano, todavía apuntándole. Traje claro, camisa oscura. Y gesto asombrado, bobo.

Le ardían las muñecas, también los tobillos. Sintió que ese mismo calor quemaba las cuerdas que lo ataban y le daba fuerzas para levantarse. Una cuarta bala voló hacia él, sin acertarle. Lo mismo pasó con la quinta. Se abalanzó sobre su agresor, embistiéndole, tirándolo al suelo. El traje claro dejó de ser claro, para ser un traje moteado con sangre y a punto de ser cosido a balazos. La situación había cambiado por completo. Ahora el que apuntaba era el que segundos antes estaba inconsciente y atado. Sus heridas ya no sangraban. Y un aura de luz, llegada de la nada en esa habitación oscura, le rodeaba.

− ¡Misericordia!−imploró el del traje claro salpicado con sangre.

−No hay misericordia en esta segunda venida.

Y con un disparo finalizó la escena.