domingo, 11 de mayo de 2008

Hasta vomitar (Superación II)

Era tarde, sobre las dos. Disimuladamente trataba de mirar la hora en el reloj, pero las mangas largas me lo ponían difícil. De mi cerveza no quedaba más que su propia espuma retorcida en formas que a mi cada vez más volátil imaginación le recordaba un mapamundi cervezodimensional.

Para ser casi fin de semana había poca gente: algún grupillo que blibliblí, blablablá, gesticulaba y ponía caras; y una o dos parejas ramoneando cacahuetes o lo que fuese que les hubiese puesto el camarero. A nosotros, al menos, nos había puesto cacahuetes, igual que a los monos a los que no se les puede dar de comer. Se me había acabado el tema de conversación minutos atrás, poco después de la tercera cerveza, y ahora, con el automático encendido, me limitaba a asentir y sonreír cuando creía que me estaba diciendo algo gracioso, o a poner cara de indignación cuando por su cara deducía que contaba algo lo suficientemente indignante como para que se me estremecieran las orejas.

Por suerte lo que decía era interesante y no paraba de hablar. Lo hacía todo más sencillo, y era una forma llevadera de esperar a que se relajase mi erección. La tenía bastante dura, y me daba la impresión de que sus pezones también lo estaban, pero claro, una cosa era levantarse polla en ristre y otra, sus pezones duros, que, aunque parecían a punto de salir volando al espacio exterior, eran fáciles de disimular. No se lo dije, pero interiormente agradecí que siguiese parloteando como si tal cosa.

Entre la música de fondo, el mapamundi cervezodimensional y sus abundantes –no en cantidad, sino en volumen- tetas, perdí el hilo. Desde ese momento mi mente transformaba todo lo que llegaba a ella en un repetitivo “quiero follar, quiero follar”. Así que decidí poner las cosas sobre la mesa. Tomé aire, miré hacia la barra, luego a ella, aparté el vaso, y lo solté:

-Quiero follar.

-Pensaba que no lo ibas a decir nunca.

Y sonrió. Recogió sus cosas, y yo las mías; y cuando estábamos cerca de la barra para pagar, me susurró que quería follarme hasta vomitar. Ni ella ni yo pudimos evitar reír, ni me pene pudo evitar recordarme que necesitaba gritar o escupir. Traté de calmarme de cintura para abajo mientras me seguía riendo “jejeje”, “jeje” “je”.

Salimos a la calle y de camino a casa, el aire fresco de la noche me despejó, permitiéndome seguir un poco más la conversación que ya había abandonado el tema sexual, para tratar sobre si es más bonito volar en globo sobre China o sobre Brasil, sobre Japón o el Caribe. “Quiero follar” La idea de follar hasta vomitar en una cesta de globo no salía de mi mente.

-¿Te has enterado del cura brasileño que agarró unos globos y salió volando?

Entre unas cosas –agarrarme la polla por encima del pantalón- y otras –“la tienes superdura, ¿eh?- iba contentísimo y despreocupado de mi erección. La gente que pasaba nos miraba…mi miraba el paquete, pero bueno, esas cosas pasan, y después de las primeras miradas me dio igual.

Llegamos a mi casa, y con esa caballerosidad que caracteriza a todo hombre, la dejé pasar para mirarle el culo. Debió de notarlo porque se volvió con una sonrisa. Pensaba que iba a saltar sobre mí o mi nardo obligándome a follarla allí mismo, pero no, buscó el dormitorio, y mientras yo cerraba la puerta, rebuscó entre los discos, puso algo de metal, y dejó todo claro:

-Fóllame como un jevi.

No pude evitarlo, me la follé. No sé si cómo un jevi y, ni siquiera sé si fui yo quien se le folló a ella o ella a mí, pero sí que fue un no parar de meter y sacar, meter, meter y sacar, meter, meter, meter y sacar, que nunca olvidaré. Hice míos sus orificios, como ella hizo suya mi polla. La lamía lentamente, la besaba y se la comía con ganas, de arriba abajo, recreándose con mis huevos en su boca, y de abajo arriba, como si agarrase un micrófono y estuviese a punto de cantar el Salve Regina. Un master decía que estudiaba…un master de comer pollas, creo yo…y no sé porqué, porque ya lo hacía a la perfección. Le daría una cátedra y una universidad entera.


Me tumbé sobre la cama para que ella no tuviese que seguir arrodillada, aunque reconozco que esa sensación peliculera me encantaba. Y mientras nos desnudábamos el uno al otro descubrí con delicia que una camiseta de los Manowar cubría lo que me parecían unas cada vez más grandes tetas, como globos aerostáticos sobre China o cualquier remoto lugar.

-Qué bien te cuidas –le dije justo antes de llenarle de babas sus tetas.

Y tranquilo estaba, slurp, slurp, cuando me empujó al colchón, y se calzó mi pene para catapultarme al infinito y más allá, con sus eróticos contonéos y el rítmico bamboleo de sus senos coronados por lo que –efectos de la cerveza- me parecieron apetitosas sirenas de policía, rojo teta, azul teta. A partir de ese momento ya no supe si los gemidos eran suyos o míos, ni si el ruido que oía venía de nuestra cama, o si era que toda la comunidad estaba follando. Y me dio igual, porque lo que estaba clarísimo, era que nosotros sí. Hasta vomitar blanco, hasta desparramarme.

La saqué; y, acercándome a su cara, le pinté un bonito bigote de espermatozoides en su salsa, algo que le hizo mucha gracia y a mí volvió a poner salidísimo. Se ve que a ella también porque la volvió a agarrar y chupar hasta que mi falo se encogió en su boca.

-Mmm.

-Si, mmm.

Volvimos a recostarnos sobre la cama, mareados y extasiados por el sexo. De ser fumadores, sería el momento perfecto para encender el cigarro. Pero no iba a empezar a fumar después de ese polvo, y ella ya había tenido suficiente habano por ese día.

Se levantó y empezó a vestirse.

-¿No te quedas?

-Sólo fue un polvo, no te hagas ilusiones

Reí y le dije que vale, que perfecto, y la acompañé hasta la puerta, donde tras vacilar, me dio un pequeño mordisco en el cuello, manchándome con el bigote seminal que aún lucía orgullosa.

-Ciao.

-Ciao.

En el fondo sabía que sus padres le habían prohibido llegar a casa más tarde de las cinco y sin bragas.

Creo que le cayó una buena bronca.

(Texto inspirado por Superación de "Martir de mis deseos")

10 comentarios:

Séverine dijo...

Me siento halagada...

Metalsaurio dijo...

me alegro :P

Anónimo dijo...

encantado me ha...

Metalsaurio dijo...

encantado te has :D

Anónimo dijo...

Joder Metalsaurio... yo con un insomnio agudo entró por aquí como quien no quiere la cosa, con ánimo de leer cosas para quedarme dormido... y me encuentro esto!

Total, que ha molado leerlo pero no me ha curado el insomnio ... tengo tanto sueño... La próxima vez entraré de día.

Anónimo dijo...

Creo que me va a dar un infarto... me duele el pecho... agh.

Menuda muerte, cuando esté en el otro barrio me preguntarán: "¿qué fue lo último que hiciste antes de morir?"

Y yo: "Leer una historia guarra del blog del Metalsaurio... de follar como un jevi hasta vomitar y eso..."

Creo que nunca tuve tanto sueño en mi vida estando sobrio... voy a intentarlo otra vez.

Buenas noches.

Metalsaurio dijo...

"Amónimo", a este blog no se viene para quedarse dormido. Me alegro de que no lo consiguieses, jojo!

Por cierto, a mí, esta noche también me dió una especie de telele en el corazón...que me desperté y todo...qué mal rollo.

neuronita dijo...

haha , que lindo eso del bigote de semen ...

saludos!

Metalsaurio dijo...

jaja! sí, precioso :)

Gracias por pasarte por aquí, Neuronita, y, bienvenida. Espero verte más veces por esta selva.


Un saludo!

Rebeca Gonzalo dijo...

Llego a aquí tras tu propia sugerencia (ji, ji) y me he dado cuenta de que ya había leído en su día el relato, aunque es evidente que no dejé comentario alguno. Me ha gustado lo del "rojo teta, azul teta", "el mapa cervezodimensional" y algún otro golpe de genialidad (ji, ji). Un texto interesante, no apto para insomnes, claro está.