Hace millones de años, cuando la tierra pertenecía a los dinosaurios, tenía tiempo a sentarme a dibujar, no como ahora, que como mucho garabateo algo mientras hago otra cosa:
lunes, 21 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
Saltando montañas
Saltando montañas, atravesando vales...
o noso amigo é!
juajua! Qué grande Hatori. Seguro que si viese ahora la serie me parecería ridícula, pero de pequeño, me tenía su gracia.
o noso amigo é!
juajua! Qué grande Hatori. Seguro que si viese ahora la serie me parecería ridícula, pero de pequeño, me tenía su gracia.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Hojas
Dos hojas caen y se balancean antes de tumbarse en la hierba del parque, como dos risueños y livianos elefantes que después de jugar sobre la tela de araña deciden mirar el cielo.
He salido a leer con las últimas luces de la tarde, los últimos rayos de septiembre. Es buena hora para los que no gustamos de ser vistos con un libro entre las manos y la espalda recostada contra un árbol. Podrían confundirme con un listillo o, lo que es peor, con un poeta.
Alguna pareja todavía pasea. Dos vocecitas delatan a dos niñas, no mayores de cuatro años, alejadas de sus padres unos cuantos metros. Se han acercado hasta lo que podríamos llamar mi árbol y me miran con curiosidad, con bastante más vida que los niñas de las películas de terror, y sin importarles mucho haberme interrumpido. Sus miradas se balancean entre las dos hojas caídas y yo, yo y las hojas. Y yo. Se ríen con inocencia y no me queda más remedio que sonreír. Se ríen y, una de ellas, dobla sus rodillas para recoger una de las hojas.
-Para ti. Para tu libro.
He salido a leer con las últimas luces de la tarde, los últimos rayos de septiembre. Es buena hora para los que no gustamos de ser vistos con un libro entre las manos y la espalda recostada contra un árbol. Podrían confundirme con un listillo o, lo que es peor, con un poeta.
Alguna pareja todavía pasea. Dos vocecitas delatan a dos niñas, no mayores de cuatro años, alejadas de sus padres unos cuantos metros. Se han acercado hasta lo que podríamos llamar mi árbol y me miran con curiosidad, con bastante más vida que los niñas de las películas de terror, y sin importarles mucho haberme interrumpido. Sus miradas se balancean entre las dos hojas caídas y yo, yo y las hojas. Y yo. Se ríen con inocencia y no me queda más remedio que sonreír. Se ríen y, una de ellas, dobla sus rodillas para recoger una de las hojas.
-Para ti. Para tu libro.

miércoles, 2 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)