lunes, 19 de mayo de 2008

La Princesa Samantha y Ursinio, el Unicornio de cuerno rosado

Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país vivía un rey bueno y justo. Su tierra era próspera y el pueblo lo amaba. La palabra plusvalía no estaba inventada, por lo que las gentes no se preocupaban de si alguien se la arrebataba; y ¿qué más daba si eran felices?

El rey tenía tres hijas, cada una cinco años mayor que la siguiente. La pequeña, Samantha, era la más bella de todas y tenía catorce años. Los juglares componían canciones, inspirados por su angélico rostro, y morían de amor en el bosque –en realidad se los comía un oso, porque iban despistados-; y los apuestos caballeros que llegaban de reinos allende las montañas montados en sus corceles blanco nuclear soñaban con cazar un león en el bosque para ofrecérselo a Samantha –pero morían devorados por el oso, que nada más que quería dormir y se veía importunado por una procesión de locos con cítaras o cubiertos de hierro.

Próximo estaba su cumpleaños. Cumpliría quince; sus hermanas, le habían contado lo que sucedía al llegar a esa edad: las puertas del castillo se abrían para dejar paso a los cazadores de unicornios. Vestían de negro y tenían un fuerte olor que las princesitas, tan ajenas a los animales de granja, identificaron como de cerdo. “Queremos lo acordado” le decían al rey, que bajando la mirada, tomaba de la mano a su hija cumpleañera y se la entregaba a los cazadores como cebo para atrapar un unicornio.

La noche antes de su cumpleaños, se fugó del castillo. Descendió desde las almenas por una escalerilla de cuerda, y, por primera vez, visitó el pueblo sin verse rodeada de guardias. Para ser noche cerrada, había mucha gente despierta: gentes sucias y pobres que parecían no saber que vivían al amparo de un rey bueno y justo.

Una mujer con la cara pintada se acercó a ella.

-¿Te has perdido, niña?

-No…me he escapado pero no sé a dónde ir. Sólo quería salvar al unicornio.

-¿Al unicornio? –Sonrió, con pena, mientras le revolvía el pelo-. Al unicornio, niña, sólo hay una manera de salvarlo –la tomó de la mano-, ven, te diré qué vamos a hacer.

Y así fue cómo Samantha salvó a Ursinio, el Unicornio de cuerno rosado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Afortunado Ursinio!!!!

CryingMonster dijo...

Ursinio el unicornio de cuerno rosado, que al atravesar la puerta, se volvió rojo carmesí!

Metalsaurio dijo...

estás fatal!

Grilo do Demo dijo...

O soy muy burro, o algo me falta ahí, porque no entiendo nada...

Metalsaurio dijo...

Hola Grilo,

Supongo que lo que se te escapa es que los unicornios (si es que existen...como el Big Foot) sólo se acercaban a las vírgenes. Samantha, a pesar de su nombre, tenía 14 años y aún era virgen.

Como sus hermanas le habían contado que los cazadores de unicornios la querían utilizar como cebo, salió del castillo para advertirlo. Pero antes, se encontró una puta, que sabía que la única forma de ayudarlo, sería perdiendo su virginidad (así ya no serviría como cebo).

Y así, Samantha, condenada por su nombre (hale!), acabó siendo puta, pero salvando a Ursinio, el unicornio de cuerno rosado.

A Ursinio, también te lo puedes encontrar en la entrada "La leyenda de Casiopea Muñiz y Torcuato Flor"

Ya te dejo la entrada, para que no la tengas que buscar:

http://metalsaurio.blogspot.com/2007/09/la-leyenda-de-casiopea-muiz-y-torcuato.html

Un saludo.

Grilo do Demo dijo...

Juas. Pues todo lo que sabía de los unicornios es que tienen un cuerno... ahora de repente todo cobra sentido... jajaja