miércoles, 23 de julio de 2008

Jabo, el jevo III

Con calma, en el discreto aparcamiento próximo a la también discreta puerta del Golden, fumó un cigarro mientras su mirada se balanceaba desde su moto al puticlub, y del puticlub a la moto. Eran mucho más bonitos con el humo como filtro y la luna en lo alto. La próxima que se fuese de putas llevaría la cámara de fotos para el momento del cigarro, o para lo que se le ocurriese.

Borracho, subió a la moto. Tenía ganas de correr y de ser uno más entre los haces de luz que los fotógrafos capturan en sus lentos objetivos; no correr, no correr… ¿para salir bien en la foto? Las fotos nacen muertas pero los haces de luz, viven aunque sólo sea un instante.

“Sabes que estás huyendo hacia delante, ¿no?” Con un café en la mesa y a media tarde, esas palabras le habían parecido inofensivas, pero desde entonces no habían salido de su cabeza. “Puede ser. Pero como no sé de lo que huyo, seguiré así. Hasta que me estrelle de nuevo.”

“Tú mismo”

“Yo mismo”

Y aceleró. Bandeaba entre los carriles, adelantado. Los radares lo fotografiaron varias veces sin identificarlo; y años más tarde sus fotos aparecerían en los anuncios de la Dirección General de Tráfico.

-Jabo, vienes hecho un pincel, ¿eh? – el mundo de Jabo se había convertido en un helicóptero cuya hélice giraba cada vez más a prisa, a punto de despegar. Dejó la moto junto a sus queridos yonkis de confianza y vomitó.

-Cállate, yonki.

-Tranquilo, chaval. Que sepas que la hija del gordo nos ha preguntado por ti –dijo el amigo de Franky, incorporándose levemente entre los cartones. Franky ya dormía.

-¿Sí?...pues si supieras dónde he visto a su padre…

La respuesta no llegó a sus oídos, pues ya había entrado en el edificio. La opresiva luz amarilla del ascensor le recordó que aún tenía las gafas rey-ban que le había regalado Daniela. Se las puso. El espejo le devolvió la visión de una fregona negra con gafas de sol, y, contento con el resultado, pulsó el botón que lo llevaba al piso de la niña que tanto decía saber del kamasutra.

El rellano estaba oscuro, como, afuera, también lo estaba la noche; sin considerar la hora, timbró. Una, dos, tres veces. Le gustaba el sonido de ese timbre. No tenía nada que ver con el suyo, que parecía aullar. Ding, dong. Elegante.

-¿Sí?

-Emm… ¿Su hija? Daniela… ¿no está?

La señora que se había asomado a las escaleras no parecía muy cómoda Jabo delante ni con lo que éste le preguntaba.

-Sube a tu piso, delincuente, antes de que te llame a la policía.

-Sólo quería ver a su hija…

-Que llamo a la policía, ¿eh?

-¿Ah, sí?

-Sí

-Pues su marido está de putas –y, dándose la vuelta, mientras subía a su pequeño ático por las escaleras, rió entre dientes su pequeña maldad.


5 comentarios:

[ кeя ] dijo...

wenas, te devuelvo la visita. He leido alguna cosilla de tu blog, no se suponia que la Daniela esa tenia novio? XD vaya fresca.

Metalsaurio dijo...

Daniela es así :)

Metalsaurio dijo...

ah, y muchas gracias por leerte la historia de jabo :)

Anónimo dijo...

que hijo puta el Jabo. La daniela esta es qeu es muy liberal

Metalsaurio dijo...

...para mí que el Jabo tenía ganas de follar y no razonaba demasiado...esas cosas no se hacen, hombre! :)