miércoles, 17 de diciembre de 2008

Epílogos (Thalia VI)

Este relato lo he escrito como epílogo de Thalia, relato de Ker, y, en él (no en la parte de Ker, sólo en la mía) participan algunos personajes que han aparecido más de una vez en mis historias .

Besaba el rojo el suelo alfombrado sobre el que Dylan –todavía sus labios ensangrentados- balanceaba su mirada desde los orificios del cuello de Thalia hasta la sombra negra y humeante en que la que se había convertido el cuerpo del dos veces muerto Axel. Desde el ventanal en el que se acodaba, la inmortalidad vampírica parecía un chiste con dos –si es que Axel aún podía considerarse así -cadáveres pálidos en el salón y con más de una docena de vampiros –suponía que- churruscados, en el piso inferior.

En cuatro pasos, se colocó ante el sofá sobre el que, por primera había probado la sangre de otro vampiro y, procurando olvidar el regusto a sangre seca y muerta –nada que ver con la de los humanos, llena de vida- de Thalia, apartó su cuerpo para alcanzar la daga que había hecho desaparecer en cenizas al que consideraba su padre en el oscuro mundo de después de media noche. Brillante la daga, reprimiendo el deseo de clavarla en el corazón de la joven, la colocó entre el cinto y el pantalón; y, en deferencia a lo que bien podría haber sido mentira “No acabé contigo cuando no eras más que un niño, y mantengo mi sentencia.”, trató de componer el cadáver en la pose que juzgó más digna.

En la otra punta del salón, los restos de Axel ya no humeaban, pero sí desprendían olor a cerdo quemado. Se avergonzó Dylan de que viniese a su mente tal imagen, y mucho más culpable se sintió cuando se imaginó a un gorrino chillando de dolor a causa del fuego y una risilla alegró su rostro lo suficiente como para formar en su boca una sonrisa platanesca.

-Joder, Franky, vaya mierda, tío. Tío, tío, tío. Todos muertos.

-¿Ñgg?

Procedentes de las escaleras, dos voces drogodependientes y familiares al oído de Dylan avanzaban dando tumbos y gritos de sorpresa. Ya en el salón, uno cayó como un peso muerto y dijo “ñg” y la nariz del segundo asomó por la puerta antes de salir al descubierto para vociferar:

-¡Dylan, eres tú! ¿Qué coño es esto, tío? ¡Está lleno de muertos, joder! Mira, mira ahí hay otra…tío, tío… ¡qué mal rollo!

-Calla –la voz de Dylan desde el otro lado del salón sonó con eco lo que desconcertó a los recién llegados.

-¿Que me calle? ¿Pretendéis que vendamos vuestra mierda, que seamos discretos y hacéis esto? A la mierda, tío. ¿Dónde está el señor Axel? ¿Y quién coño es esta puta, joder? ¡Joder!

Dylan levantó una mano, indicando silencio y se dirigió con cautela hacia la puerta en la que se hallaban los yonkis, provocándoles, si cabe, más nerviosismo. “Silencio, viene alguien”.

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Sonó el teléfono casi de madrugada y una mano emergió de entre las sábanas para atender la llamada.
-No se preocupe. Voy para allá.
El lazo que unía a Mike con los nocturnos habitantes de una de tantas mansiones del barrio rico, se limitaba a un sobre repleto de dólares recogido en mano el primer día de cada mes, a cambio de estar disponible en cuanto recibiese la orden.
-Entendido.

Las seis de mañana era una hora tan buena como cualquier otra para atender los deseos de quien le pagaba un sueldo a cambio de un favor que hasta ese momento nunca había prestado. Todavía embotado por el alcohol, las sospechas que almacenó durante años acerca de la naturaleza del encargo, se materializaron en la educada voz de Axel al otro lado de la línea. “Seré yo quien te reciba. No quiero más sangre de la necesaria, pero si no la reconoces, asegúrate de que, al terminar, no quedemos más que tú y yo”.

“Qué hijo de puta” El chirrido de las balas de cabeza hueca al colarse en el tambor de la pistola parecían darle la razón. “Y yo, más”. El espejo, en el que sólo vivía la oscuridad de la habitación, desvió su mirada de reproche e hizo como quien no ve algo desagradable.

-¿Quién es la más guapa del reino?

Salió despacio del pequeño dormitorio, y, más que nunca, lo sintió ajeno; no cerró la puerta, tampoco la del portal

Y así, de par en par, fue como también lo recibieron las puertas de la mansión a la que acudía puntualmente el día uno de cada mes. Esta vez, el calendario marcaba un catorce.


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Los pasos en la planta baja pronto se convirtieron en un asenso silencioso por la escalera. Atento pero nervioso, Dylan, sólo había conseguido hacer callar por unos segundos los desquiciantes alaridos de los yonkis al amenzarlos con la daga.

-¿Un cuchillo? ¡Vamos, hombre, no me…

Un disparo cruzó el aire, interrumpió un sentido “no me jodas” y manchó de sesos a un vampiro incrédulo y a Franky.

-¿Ñg?

Incluso pálido para ser un vampiro, Dylan sólo acertó a balbucear el nombre que todos los meses escribía en un sobre lleno de billetes. Estaba a punto de comprobar que un balazo en la cabeza mata lo mismo que una estaca en el corazón.

-¿Mike?

Otras dos balas volaron y firmaron: THE END.

5 comentarios:

Lady Nerón dijo...

Esquizofrénicamente paranoico con trazas de locura crónica.

Me gusta.

[ кeя ] dijo...

preferiria haber dejado intactas las personalidades de los personajes de Thalia, aunque sea en una historia paralela (tenía que decirlo)

olvidando el relato original, está bastante entretenido

Metalsaurio dijo...

Entiendo que quisieses dejar las personalidades intactas, jeje...pero como cada uno se los imagina a los personajes de una forma distanta salen estas cosas. Creo que es bueno :)

Gabriel B. dijo...

Jeje, trepidante relato; suscribo al comentario de Lady Nerón.

Saludos.

PD: esto de los vampiros da mucha tela para cortar, y aquí, pienso, has cortado bien.

Metalsaurio dijo...

Al igual que tú, estoy pensando en hacer algo más de vampiros.

Me alegro de que te haya gustado.

Un saludo.