Nueva colaboración para El Cuentacuentos. Esta vez, pedían hacer un relato inspirado en el día de los enamorados en el que no apareciesen las palabras "amor" ni "corazón" y, al mismo tiempo, no fuese superior de 130 palabras. El caso, es que leí las instrucciones de pasada e incumplí todos los requisitos, jeje. Como en su día a Nitya Yang le prometí hacer una historia de amor a la luz del día, espero que al menos a ella le guste.
Los motivos que llevaron a Blanca Murillo a fingir una súbita pérdida de memoria permanecieron ocultos tras sus silencios, primero, y, tras sus párpados, después. Quizás, ni sus razones, ni mis cavilaciones partían del mismo punto, ni llegaban a la misma conclusión, pero si algo tuve claro la mañana en la que cuarenta y tres mil doscientos tic-tacs habían pasado desde la medianoche y ya estaba dispuesto a mi habitual paseo, es que mágicos y secretos senderos había transitado para que nuestros caminos se cruzasen.
- Mademoiselle, buenos días.
- Buenos días, caballero.
Respecto a lo material, nada, salvo la segunda de las camas, podría ofrecerle en mi habitación de paredes acolchadas; en cuanto al resto, podría ofrecerle mi compañía y el sonido de palabras que, como “amor”, había dejado de pronunciar.
- ¿Qué te trae por aquí?
Con el tiempo, aprendí que preguntas sobre su pasado sólo traían respuestas en forma de sonrisas silenciosas, o benévolos “no lo recuerdo”. También aprendí que más allá del sonido del segundero se puede escuchar el rumor de la respiración cuando no estás solo, e, incluso, dos corazones que laten al unísono.
- Tenemos que marcharnos de aquí.
De inmediato, supe que hablaba en serio, pero no con la seriedad de aquellos con los que nos encontrábamos en el patio y que –simiescos los gestos, perdida la mirada y en grito la voz- pedían salir, sino con la gravedad de los que con su leve trastorno, más que enfermos, éramos, simplemente, distintos. Miraba hacia fuera –su cadera entre mis brazos, su cara, a la altura de la mía- y me invitaba a soñar con la libertad.
- ¿Cómo? Estamos atrapados.
Señaló sus sienes y luego las mías.
- De la misma forma que he llegado, podemos escapar –y, sonriendo, me besó. Se tumbó sobre la cama y no volvió a abrir los ojos.
Yo tampoco.
Los motivos que llevaron a Blanca Murillo a fingir una súbita pérdida de memoria permanecieron ocultos tras sus silencios, primero, y, tras sus párpados, después. Quizás, ni sus razones, ni mis cavilaciones partían del mismo punto, ni llegaban a la misma conclusión, pero si algo tuve claro la mañana en la que cuarenta y tres mil doscientos tic-tacs habían pasado desde la medianoche y ya estaba dispuesto a mi habitual paseo, es que mágicos y secretos senderos había transitado para que nuestros caminos se cruzasen.
- Mademoiselle, buenos días.
- Buenos días, caballero.
Respecto a lo material, nada, salvo la segunda de las camas, podría ofrecerle en mi habitación de paredes acolchadas; en cuanto al resto, podría ofrecerle mi compañía y el sonido de palabras que, como “amor”, había dejado de pronunciar.
- ¿Qué te trae por aquí?
Con el tiempo, aprendí que preguntas sobre su pasado sólo traían respuestas en forma de sonrisas silenciosas, o benévolos “no lo recuerdo”. También aprendí que más allá del sonido del segundero se puede escuchar el rumor de la respiración cuando no estás solo, e, incluso, dos corazones que laten al unísono.
- Tenemos que marcharnos de aquí.
De inmediato, supe que hablaba en serio, pero no con la seriedad de aquellos con los que nos encontrábamos en el patio y que –simiescos los gestos, perdida la mirada y en grito la voz- pedían salir, sino con la gravedad de los que con su leve trastorno, más que enfermos, éramos, simplemente, distintos. Miraba hacia fuera –su cadera entre mis brazos, su cara, a la altura de la mía- y me invitaba a soñar con la libertad.
- ¿Cómo? Estamos atrapados.
Señaló sus sienes y luego las mías.
- De la misma forma que he llegado, podemos escapar –y, sonriendo, me besó. Se tumbó sobre la cama y no volvió a abrir los ojos.
Yo tampoco.
7 comentarios:
¡Pues me alegro por el despiste! Es uno de los mejores relatos que te he leído. No conocía esta faceta tuya y me ha gustado mucho descubrirla. Un abrazo, caballero.
:) Por tu historia
:) Por la dedicatoria
:) Por acordarte de mí
:) Por encontrar "amor" en cualquier rincón
:) Por los segundos, los tics y los tacs
:) Por hacerme recordar "ciertos" detalles
:) y :) mientras te miro y te leo
Pues me alegro de esta confusión porque te ha quedado un relato redondo... ;)
Me alegro de que os haya gustado :) muchas gracias por los comentarios...muy bonitos.
Casi me pongo rojo y todo, jeje! :)
Yo más...
GUAPO GUAPO GUAPO!!!!
MUASSSSSSSSS
Cuando la lectura atrapa y se hace corta bien podría decirse que es como un mirrelato :)
Y el diálogo lo es,un bello instante,un final genial.
Otro beso para tí, Nitya :)
Carlos, todo un placer verte por aquí de nuevo!
Publicar un comentario