Contaba mi abuelo que, allá por el año 3000, un médico de nombre impronunciable y probada integridad había dado un paso de gigante a la hora de diagnosticar a tiempo uno de los males que aquejaban sin pudor a aquella primitiva sociedad urbana: la ninfomanía.
Ahora, que trabajo en el San Benedicto XVI, uno de tantos centros dedicados a guiar a estas pobres chicas, recuerdo y pronuncio sin trabarme el nombre de aquel médico, cuyos ensayos y moral nos inculcaron a fuego en la facultad. Vienen a mi mente sus enseñanzas pero tropiezan inexplicablemente, una y otra vez, con el café al que Mantis, la reclusa de la celda 69, me quiere invitar esta noche.
Ahora, que trabajo en el San Benedicto XVI, uno de tantos centros dedicados a guiar a estas pobres chicas, recuerdo y pronuncio sin trabarme el nombre de aquel médico, cuyos ensayos y moral nos inculcaron a fuego en la facultad. Vienen a mi mente sus enseñanzas pero tropiezan inexplicablemente, una y otra vez, con el café al que Mantis, la reclusa de la celda 69, me quiere invitar esta noche.
3 comentarios:
Aquí los males son las inundaciones pero sí que me tomaría un buen café bajo un magnífico sol del bueno, de esos de 40º a la sombra :)
¡Felices Fiestas quillo, que este año traiga esos renglones derechos, de izquierda claro, y esa pócima escrita sobre ellos que termine con todos los males!
Humor ácido... ¡Me encanta!
Carlos, Sechat, gracias y Feliz 2011!
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