Tras el escritorio, mesándose la barba con el índice y el
pulgar, el médico se recostó en el sofá. Cierta confusión empapaba sus gestos y
azoraba su rostro académico. A duras penas tragaba saliva. A duras penas
respiraba con normalidad.
Enfrente, al otro lado de la mesa
de madera, el paciente empezaba a sudar ante la falta de diagnóstico.
-Dice usted que le duele el
corazón –volvía a asentir el médico, recapitulando.
-Sí.
El médico cogió una vez más las
radiografías y las contempló a contraluz. A continuación, dirigió su mirada
hacia el ordenador.
-Sin embargo, su corazón está en
orden. Tampoco lo achaco a depresión o ansiedad pues se le ve bien y tranquilo.
A lo mejor me equivoco, claro… ¿cómo se encuentra?
El paciente, aunque algo
nervioso, se encontraba bien y se lo confirmó asintiendo y con un “sí”.
El médico se revolvió en su
asiento, incómodo. Una negativa se lo hubiese puesto más fácil. Una receta con
ansiolíticos, una firma y un “vuelva en quince días” lo hubiesen resuelto. Tomó
aire profundamente y, poco a poco, al soltarlo, una idea llegó a su mente. Se
levantó y buscó en la estantería hasta dar con el libro adecuado.
De nuevo en la mesa, hojeó rápido el pesado volumen y
plantó su dedo en una de las primeras páginas. Con una sonrisa, tendió el libro
hacia el paciente. “Lea esto…y vaya hacia la camilla, por favor. No, no es tan
grave. Está usted enamorado. En cuanto le hagamos un exorcismo estará como
nuevo”.
2 comentarios:
muy bueno :)
"Muy"-to obrigado :)
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