Hay historias que en la voz de un
abuelo suenan y convencen mejor que las que cuentan, cada vez menos, los ciegos
que piden limosna y tocan el acordeón. Esta que narro a continuación es una de
esas historias de abuelo, que remite a una noche de guerra con bombas cayendo
no demasiado lejos de las trincheras que ocupaban y a un compañero que, como
él, era militar de circunstancias, y le contó por primera vez la historia.
Lo recuerdo sentado en su sofá o
sobre mi cama, contando la historia tantas noches como se lo pidiese y siempre
con el mismo énfasis e ilusión:
Hace muchos, muchos años, en el claro corazón de un bosque que con sus
ramas acariciaba las estrellas, un mono recogió dos palos y los frotó con saña,
el uno contra el otro, hasta que de ellos surgió una estilizada columna de
humo. Al poco tiempo, también saltaron unas chispas e instantes después, en
cuanto prendieron sobre la hierba
seca y se hizo la llama, el mono miró al fuego –el primer fuego provocado- y se
encontró cara a cara con el rostro del Texux I, Primer Dragón de Fuego, Padre
de Dragones. Fue entonces, dicen, cuando del susto, el mono evolucionó en
hombre.
Comprenderéis que con cuentos
como el de mi abuelo, me resultaba más fácil pasar la noche en vela, soñando
despierto con Texux que pasar la noche dormido a riesgo de perderme el vuelo
del dragón ante mi ventana, si es que algún día se dignaba a pasar.
Mis padres pronto se
preocuparon por verme adormilado durante el día y despierto cuando debía
dormir, así que, con el tiempo, las historias de mi abuelo sobre Texux quedaron
limitadas a las noches del fin de semana. Sin embargo, con ellas, aprendí a ver
entre las llamas cotidianas -mecheros, cigarrillos, chispazos- a toda la prole
del gran dragón flamígero. Los veo también arrasar bosques cuando se enrabietan
y también ayudar con la cocina si están de buenas.
Quizá os preguntéis si alguna
noche, desde mi ventana, he conseguido ver a Texux I, uno de los cinco dragones
primigenios, Creadores y Amos del Todo. La respuesta es no. Sí lo he visto, en
cambio, en mi visita al volcán de Creptor. En cuanto me alejé de la excursión y
me asomé a la boca del volcán, allá al fondo, le vi. Me habló, incluso, en esa
particular forma que tienen los dragones de dirigirse a uno. “Me caes
simpático, chaval” dijo telepáticamente. Le pedí a
gritos – no domino la telepatía- que lo quería ver, inmenso como es, en el
cielo, volando. Respondió con una llamarada al aire y con un “Hoy no toca”.
2 comentarios:
"Hoy no toca" :-D
Tiene cachazas el dragón, nunca lo hubiera imaginado. Y eso que le caía bien el chico...
Ah, así que el mono evolucionó a hombre a causa de un susto... Pues mira, ahora ya me explico muchas cosas...
Ahora que lo releo, ¡también es preocupante la posibildiad de que con otro susto volvamos a primates! ¡jaja!
Un saludo.
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