Natalia Letter es crítica
literaria no por trabajar de eso, que sí lo hace, sino porque realmente lo es.
Es una profesión que algunos tachan de poco seria pues las valoraciones de los
críticos, por muy objetivas que quieran parecer, son en realidad opiniones con
pretensiones, palabras. Y, sin embargo, la opinión de la Sra. Letter es
respetadísima y siempre genera consenso a su alrededor.
Esto se debe a que Natalia,
dejando las ñoñerías a un lado, tiene un vínculo especial con la literatura.
Podríamos hacer más impresionante su historia diciendo que su buen gusto se
remonta a su niñez, pero mentiríamos: siendo ella pequeña sus cualidades pasaban
inadvertidas y se quedaba dormida mientras sus padres le leían cuentos cada
noche.
Fue con las primeras lecturas por
su cuenta cuando su don comenzó a manifestarse, muy de vez en cuando y con poca
repercusión. A medida que leía más libros, no sólo conformaba su propio
criterio, sino que lo experimentaba en sus propias carnes. Cuando daba con una
lectura de mala calidad, se sentía enferma. Fiebre ligera y sudores eran la
antesala de una diarrea, más potente cuanto peor fuera el libro. Fácil de cortar
abandonando las páginas nocivas, pero desagradable al fin y al cabo. Por el
contrario, una buena lectura era un regalo que también tenía repercusiones
intestinales, y tras una imperiosa necesidad de evacuar, del ano de Letter
salía una piedra preciosa. Más grande cuanto mejor fuera la lectura.
Esta curiosa cualidad, muy útil
para dedicarse a la crítica literaria, le resultaba embarazosa en sus primeros
años, antes de ejercer la profesión para la que había nacido. ¡A ver cómo se le
explica a alguien, incluso a alguien cercano, que puedes convertir literatura
en piedras preciosas! O en algo peor. Afortunadamente se liberó pronto de
prejuicios y lo mismo hizo su entorno. Al principio, familia y amigos esperaban
ansiosos su veredicto cuando comenzaba un libro. Poco tiempo después, el mundo
literario en general era el que aguardaba por su opinión.
Estos juicios de Natalia, tan
materiales, se consideraban inapelables por apabullantes. Vergonzantes para los
autores de malas historias y todo un premio para los autores esforzados. En
pocas artes se puede medir la calidad en mierda o quilates.
Aún siendo ella tan respetada, se
sentía en parte espectáculo de circo y buen día renunció a la crítica para
lanzarse ella misma a escribir. Cuando lo anunció, fueron muchos los autores
castigados que le deseaban un estrepitoso fracaso, una muerte por diarrea.
Cuando al poco murió, quisieron creer que sus deseos se habían hecho realidad.
Y así lo creyeron hasta que conocieron que el verdadero motivo de su
fallecimiento había sido una enorme y brillante piedra, demasiado grande para
expulsarla y seguir con vida. Demasiado preciosa.
2 comentarios:
Muy curioso relato, muy original y muy simbólico.
Muy bien planteado. Me ha gustado mucho.
Muchas gracias, Ángeles! Trato de hacerlos curiosos, me alegro de que también resulten así para los demás :)
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