Hace
no muchos años, en las más dispares situaciones, alguien contaba una historia con
el propósito de hacer reír a sus contertulios. Y según su gracia, estos
cuentecillos, estos chistes, se propagaban de boca en boca. Ayer caí en la
cuenta de que habían pasado años desde el último chiste que me habían contado.
Hoy,
curiosamente un día después, me han contado una retahíla de ellos. Viajaba en
bus con la asociación de espeleología y mi compañero de asiento, Klaus, con
acento finés, me preguntó si sabía donde colgaba Superman su capa. En su
perchero, dijo entre una carcajada. Yo, que apenas retengo los chistes que me
cuentan, sólo soy capaz de recordar ese, que fue el primero, y este otro, el
último:
−
¿Sabes cómo se llama el animal verde que vive bajo tierra y traga piedras? El
tragapiedras verde subterráneo.
Sonreí
aliviado al ver que el viaje llegaba a su fin. A unos pocos cientos de metros
del estacionamiento se encontraba la entrada de la cueva que íbamos a explorar.
En cuanto terminamos de colocarnos todo el aparataje, entramos. Es una cueva de boca grande, a la que se
puede acceder totalmente de pie. Hacia la mitad del ancho pasadizo, hay un
agujero y por él hicimos el descenso. Klaus, muy serio, se me acercó y me dijo:
− Si
encontráramos una cueva tan profunda que fuera a dar al otro lado del mundo, y
tiráramos una piedra, ¿crees que llegaría al otro lado?
No
supe responder. Balbucé algo sobre la gravedad…primero le dije que no, luego
que sí…y Klaus me cortó: no llegaría. Antes se la comería el tragapiedras verde
subterráneo.
Ambos
nos reímos y descendimos.
Ya
había gente en el pasadizo inferior. Y nosotros estábamos a punto de llegar a
él cuando comenzaron los gritos. Los haces de luz de las linternas se entrecruzaban.
Klaus y yo, que estábamos al final de la expedición, nos vimos repente a la
cola de la huida y de frente al peligro. Una criatura enorme, verde y con
aspecto de cocodrilo se dirigía hacia a nosotros. A ritmo de cocodrilo. ¿Es el
tragapiedras? Le pregunté a Klaus, que estaba paralizado y con la boca abierta.
Reaccionamos
a tiempo y alcanzamos la cuerda que descendía desde el pasillo superior.
Nuestros compañeros nos apremiaban con gritos. Mientras trepábamos por la
cuerda podíamos ver al tragapiedras dando saltitos, dando mordiscos al aire.
Alguien
le lanzó una piedra. El animal la atrapó en el aire y la trituró entre sus enormes
mandíbulas. La tragó, eructó y siguió dando saltitos. Más piedras cayeron sobre
él y las que no atrapó en el aire, se las zampó en el suelo. Como un perro que
se come las migas.
Desde
la galería superior lo observamos. El tragapiedras, además de comerse las piedras
sueltas, había comenzado a mordisquear la roca. En cuanto lo perdimos de vista
se escuchó un sonido continuo de tuneladora que muerde, digiere y comienza el
camino ascendente. De repente frenó en seco y pudimos ver al tragapiedras descender
rodando desde el túnel que cavaba. Estaba hinchado, muy hinchado. Dio unas
cuantas vueltas sobre sí mismo y se echó a dormir.
Salvados
por la gula del tragapiedras, nos marchamos. Klaus regresó al bus ensimismado,
ligeramente sonriente. Reconozco que yo también sonreía. Y temblaba.
5 comentarios:
... Pero el vicio de la gula acabará con este mundo, ya que los tragapiedras terminarán comiéndoselas todas y al final la tierra quedará hueca, implosionando. Mal futuro. Y curioso cuento. Curiosa también la inclusión de los esos enormes tragapiedaras haciendo blues: por alguna extraña razón, podrían incluso cuadrar con la historieta.
Qué bonito!
Me ha gustado mucho, y además se confirma algo que todo aficionado a los cuentos sabe bien: que si nombras al monstruo, el monstruo aparece. Y más si te metes en su guarida :D
Me encanta el final, cuando Klaus y el narrador suben al bus asustados pero sonrientes. Es un final muy expresivo.
No lo había previsto, Rick, pero ahora que lo dices, también veo el apocalipsis en forma de tragapiedras goloso y blusero.
Muchas gracias, Ángeles. Me alegro de que te haya gustado. Muy inconscientes ambos, Klaus y el narrador :)
¡Un saludo!
Hace que no venía por aquí, Metalsaurio, pero ha valido la pena.
Buen año 2018.
Saludos.
Muchas gracias, Soros!
Feliz año!
Un saludo.
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