lunes, 25 de junio de 2018

La saga de Metalonia (2)

Aquí podrás leer el capítulo anterior: Capítulo 1

Arrabio parece humano, pero no lo es. De hecho, su parecido con los humanos evidencia su diferencia: su morfología es la de un monigote que representa a un humano. Además de que su aspecto es el de un monigote de semáforo, hay otros dos detalles a destacar: es de hierro y no alcanza los treinta centímetros de estatura.

Arrabio es relativamente afortunado en la vida. Le toca servir a uno de los seis sabios. El sabio de plata al que sirve es el responsable de la Ciencia, y Arrabio, como tantos otros, trabaja para él en el servicio meteorológico.

Arrabio pasa el día frente a una pantalla en la que se vuelcan temperaturas, vientos y fenómenos atmosféricos varios. El sabio plateado está preocupado por las consecuencias que se podrían derivar de un desorden atmosférico y ha encargado al servicio meteorológico investigar como provocar y frenar tormentas. A Arrabio le ha tocado investigar cómo provocar el trueno, pero no encuentra la manera.

En los archivos del servicio meteorológico no encuentra la solución y aunque la redonda cabeza de hierro de Arrabio tiene claras las causas del trueno, no es capaz reunirlas para que surja la chispa primigenia. Es por esto que Arrabio recurre a su colega Escandio, del servicio de Historia, con el objetivo de que le cuente si hay precedentes en su búsqueda. Y sí las hay, en un tomo de Las leyendas de Metalonia no sólo se narra que existieron precedentes, sino que se da fe de haberlo conseguido. El antiguo brujo Titanio invocó al trueno y dejó escrito cómo hacerlo pero, que se sepa, nadie más quiso o supo seguir sus pasos. Arrabio, por supuesto, necesita darlos.

Arrabio sale del departamento de Historia con Las leyendas de Metalonia bajo el brazo y la promesa de devolverle el tomo a Escandio. Las páginas son antiguas pero legibles. Las instrucciones del brujo Titanio son claras: subir a una montaña cuya cima esté coronada por un único árbol, un único avellano, y tras abrazarlo durante toda la noche y susurrarle el deseo de que haga descender el relámpago y estallar el trueno, finalmente, con la primera luz de la mañana, pronunciar las palabras mágicas.

Arrabio conoce una montaña que cumple las condiciones que indica el libro. Sigue a pies juntillas las instrucciones y corona la montaña, vence al sueño y a sus recelos de susurrarle al árbol. Prefiere la vergüenza de que lo encuentren en esa postura durante la noche que la cólera del gigante sabio de plata. Con la primera luz de la mañana Arrabio pronuncia las palabras mágicas.

El cielo se nubló en un instante y nada sucedió. Arrabio se apartó del avellano y bajó la montaña. Cuando ya se aproximaba a la ciudad, el relámpago cayó justo encima de la redonda cabeza metálica de Arrabio. Saltó por los aires y lo dejó inconsciente unos minutos.

Al despertar, hecho polvo, notó una sensación eléctrica que recorría su cuerpo, un chisporroteo inusual. Como pudo, se levantó y renqueante continuó su camino a la ciudad. Rumbo a casa, a descansar del mal trago.

Continuará.



3 comentarios:

Ángeles dijo...

Qué bonito.

Me gustan los nombres "metálicos" de los personajes, y eso de "los sabios de plata" es muy poético. No muy poética pero sí muy graciosa es la descripción de Arrabio como "monigote de semáforo" :D

Ahora espero que la descarga eléctrica que ha sufrido no tenga consecuencias azarosas...

Metalsaurio dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Ángeles.

Quedé muy contento con él al escribirlo, pero en un par de relecturas que le he dado después de la publicación hay cosas que no me convencen demasiado. Algunas frases me parecen más propias de un telegrama o de unas "notas previas para un relato" que de un relato. Lo acuso sobre todo en el párrafo en el que cae el rayo. ¿Qué opinas?

A ver si antes de publicar la siguiente entrega, pulo un poco este segundo capítulo :)



Ángeles dijo...

Sí, a veces las relecturas nos traicionan, jeje, pero nos revelan detalles importantes.
Lo que dices sobre las frases que parecen notas o telegrama suele ocurrir cuando escribimos muy de corrido porque tenemos una idea muy clara de lo que queremos decir. Por eso puede dar la sensación de que el párrafo no está elaborado, sólo "apuntado".
En este caso yo no tuve esa sensación al leerlo, quizá porque el párrafo es breve, pero mirándolo con ojo más clínico, ahora que lo dices, quizá se podría reelaborar un poco. Siempre es interesante probar diferentes maneras de decir las cosas ;)