sábado, 14 de julio de 2007

Stephanie

Seguramente se llamaba Stephanie y debía de tener más de 16 pues, de lo contrario, no tendría edad suficiente para trabajar. Destacaba entre el resto de las dependientas, evidentemente, no por el manto pedorro que cubría a las demás, sino, por su aire de recién caída del paraíso.

El metalsaurio, sintiéndose idiota y maricuelilla, y recordando una balada cualquiera de los X-Japan, se acercó a ella...



-¿Puedo ayudarle, señor?
-...sí...claro...
-usted dirá...
-si yo te contase...

1 comentario:

Anónimo dijo...

-cuente, cuente... que no tengo prisa.
-bueno, pues yo era un hombre triste y ridículo. Vagaba por el mundo sin pena ni gloria. No tenía sueños, ni ambición, ni nada que me retuviera en el mundo. Pero un día mi suerte cambió y me convertí en un descomunal Metalsaurio. Mi nombre empezó a escribirse con mayúscula; la gente temía mi ira; y todas las mujeres ardían en deseos de concocerme. Sin embargo, ese hombre desesperado sigue habitando en mi interior y, ante espectáculos visuales como el que usted protagoniza, se estremece todo él y me vuelve, incluso a mí, igual que un pequeño y frágil capullo de alhelí...
-oh, Metalsaurio..!
-Sí, Steff, sube a mi rabo enhiesto y mira el universo como lo hacen los reptiles. Abandona tu humanidad denigrante y conviértete en mi Metalsauria. Sube, anda, sube...