lunes, 10 de diciembre de 2007

Love And Death on The Abyss of The Damned (Epic Gothic Tale)

Cantaban los bardos que sus padres no pudieron dejarle en herencia más que un nombre, una canción y una espada. Su nombre rugía potente, precediendo al furioso galopar del relámpago de luz que utilizaba a modo de montura; la canción, apenas una caricia sobre su helado corazón, se resistía a morir en las tinieblas; y su espada, forjada en el Fuego Azul de las Montañas Inmortales de los Espíritus Mayúsculos, en tensa calma, enfundada sobre el dorso de nuestro héroe, aguardaba el momento de cortar, tronzar, rebanar…y todas esas cosas para las que fueron creadas las espadas.

El sol tendía su mano a ese diminuto ser, de ese diminuto planeta que, por el capricho de los Dioses, giraba en la Ruleta Universal; mano que no era recibida y se sentía ridícula, perdida entre gélido viento marino que azotaba los milenarios acantilados sobre los cabalgaba Strönenwaild.

En la cada vez más próxima lejanía, encaramada al más escarpado abismo, una fortaleza se alzaba. Extramuros, un cementerio posaba la mirada en el mar embravecido; intramuros, la ciudadela permanecía en silencio, no en homenaje a la torre gótica que coronaba la fortificación, más bien, guardando a unas piedras que soñaban vivir.

Vigilaban la entrada del cementerio dos dragones de piedra encaramados sobre sendos pilares de mármol. De boca en boca, de pueblo en pueblo, corría el rumor de que quien osase entrar en el recinto quedaría convertido en piedra…y prueba de ello era el incontable número de figuras de proporciones humanas que en distintas posiciones poblaban el cementerio y el camino que ascendía al castillo.

Sin embargo, no había tiempo ni espacio para habladurías en los enmarañados sesos de Strönenwaild; Muchos monstruos habían caído bajo su espada, innumerables demonios se habían postrado ante él suplicando piedad con lágrimas en los ojos, por lo que, aunque fuese conocedor de los rumores acerca de la fortaleza, los hubiese ignorado.

No una nube, sino, la misma noche era la que regaba con su oscuridad el cielo que cubría el castillo. Strönenwaild encabritó su caballo y un sonido metálico, que bien podría ser el sonido de la Muerte al sonreír, anunció que el filo de su espada salía de su funda y estaba dispuesto a segar las vidas que fuese necesario. El ceremonioso trotar de su montura le permitió tomarse un tiempo para ver los cientos de lápidas de guerreros muertos y los cuerpos petrificados que parecían mirar al castillo, a la torre.

Dirigió su mirada hacia a las alturas. Una silueta de formas feminas lo contemplaba desde un pequeño balcón. El agitado revolotear de su pelo le velaba el rostro, que quedó definitivamente oculto en cuanto volvió se volvió para abandonar el balcón.

Los últimos escalones que franqueaban la entrada del castillo los hizo a pie, espada en mano. La experiencia la decía que tras un castillo abandonado había un tesoro oculto y estaba dispuesto a hacerse con él. En el interior, donde esperaba encontrar la más absoluta oscuridad, se encontró con que una especie de cúpula celeste iluminaba tenuemente la amplia estancia. Masculló una maldición. Al fondo, más allá del pasillo de ciclópeas columnas que sostenían el techo, una escalinata vertía sus peldaños de marmol desde los pisos superiores. Por ella, bajaba, lentamente, la figura que momentos antes había visto en el balcón.

Sus pasos confluyeron en el centro de la sala y se detuvieron a escasos metros el uno del otro. El pelo ya no velaba su rostro, sino que, largo y liso, se limitaba a acariciarlo. Era bella como un amanecer y su voz tenía el tono de los susurros que usan las nubes cuando hablan con la luna en las noches tranquilas.

-Buenas noches, caballero.

Presencias, espíritus, recorrían las sala, livianos, imperceptibles.

- Tu nombre es Strönenwaild, ¿verdad? Me lo han dicho los…

Varias constelaciones brillaron en el filo de la espada de Strönenwaild al devolverla a la funda en un complejo movimiento.

-…los espírutos, los he visto.

-…y el espejo; también me anunció tu llegada, mucho antes incluso de que decidieses venir a buscar el…

-…a buscarte.

-…pero el espejo…

No le dio tiempo a decir más, pues la distancia que los separaba se había reducido a medida que hablaban y era apenas milimétrico el espacio por el que podían circular los espíritus. Como un cometa, un beso se posó en los labios de la bella joven que, primero desconcertada y luego deseosa, aceptó el regalo tantas veces negado por la maldición que convertía en piedra a todo aquel que se acercaba a palacio, más en busca de sus riquezas que de su mano –y que ahora yacían desperdigados y pétreos, con sus almas iluminando como estrellas en pos del perdón-.

Al fundirse las figuras celestes en una cada vez más grande galaxia, que en su giro hacía sonar una canción apenas recordada, un manantial de luz brotó desde las elevadas bóvedas para unirse a la armoniosa y salvaje danza que estaba teniendo lugar metros más abajo, en un altar surgido de la nada.

Afuera, las estatuas cobraron vida durante unos instantes. El tiempo suficiente para sentir, una vez más la fuerza del viento en sus cuerpos, sonreir, y desaparecer en la eternidad fundidos en roca, como tantos otros, como el castillo -ya enorme peñasco con una misteriosa y resplandeciente bola de luz en su cima- en el Abismo de los Malditos.

5 comentarios:

Metalsaurio dijo...

Bueno, bueno, bueno...La historieta es por dar en la nariz a los que dicen que me gusta la fantasía heroica :)

En principio, la idea era hacer dos historias, más cortas, contadas desde los dos puntos de vista: el del chico y el de la chica. Pero como me estaba saliendo más largo de lo que pensaba he tenido que fundir un poquillo las dos historias, dejar algunas cosas de lado (conversaciones, historias que explicaban historias)e improvisar cosas que no iban a ser así.

Vamos, como las adaptaciones al cine :P

Espero que os guste.

Anónimo dijo...

A mi darme en la nariz es bastante fácil, jojo. Un poco gótica para mi gusto, pero muy bonita.

Anónimo dijo...

Como hay tanta gente que suele dejar comentarios....pfff...no tengo ni idea de quién puede ser el anónimo visitante :) Gracias por pasarte por aquí, en cualquier caso. Y sí, muy gótico, muy gótico, jaja!

Anónimo dijo...

Soy yo, el de siempre, que me se ha ido la olla...

Metalsaurio dijo...

No sé qué pasaba ayer, que tampoco me dejó poner un nombre sin entrar como metalsaurio en el blog...