Un yate blanco sobre el mar de Barents, y un mar de Barents sobre un fondo de diminutos pueblos ilustraban el anuncio televisivo de los cruceros a los que, tras varios años de juntar rublos, podía aspirar la gente como Piotr.
Sin embargo, entre realidad y anuncio había una diferencia: la luz; en televisión, rebosaba; bajo las perennes nubes era gris y, además, huía. Piotr sabía que la luz no se compraba, pero con un poster del Mar Caribe en su habitación y rublo ahorrado tras rublo ahorrado, soñaba con un crucero rodeado de mar, bañado por el sol durante el día, y a solas con las estrellas, borracho, por la noche. Reiría en las fiestas, bailaría en las veladas y se moriría de asco al aproximarse a la costa.
Una vez al año, en verano, el crucero atracaba en la ciudad de Piotr, desplegaba su escalera y los pocos turistas con curiosidad por ciudades industriales bajaban a perderse entre las calles y el malsano aire. Ese día, Piotr se acercaba al puerto a ver el barco en el que se alojaría durante cinco noches, si algún día lograba reunir el dinero necesario. Pero esos días, como el resto, también tenían una víspera y en una de esas vísperas, Piotr encendió la radio: a cien millas de la costa el crucero había decidido que la mejor forma de avanzar era en vertical y hacia abajo. Los remolcadores parecían no poder hacer mucho o, al menos, no lo suficiente para mantenerlo a flote.
Piotr, incrédulo se acercó al puerto. Ya había anochecido y, a lo lejos, no se veía más allá de las luces que señalaban la entrada al puerto. Se quitó la camisa, también el pantalón y el calzado, y se lanzó al agua –“de ésta no se salva ni Dios”- y echó a nadar.
3 comentarios:
Como piotr llegue a salvar a alguien del crucero es para hacerle un monumento! :)
¡Buenísima la serie, que no cese!
Interesante tipo, este Piotr. Habrá que seguirle la huella, jeje, o la estela en este caso.
Saludos.
Carlos, tengo la impresión de que, como dice Gabriel, sólo podremos seguirle la estela a Piotr, que esta vez lo tiene complicado :D
Un saludo!
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