Es esta una ciudad pequeña por la que todavía se pasea sin más prisa que la que uno se da; son sus calles, empedradas de viejo, el abono perfecto para pensamientos e ilusión, para risas y juegos; es su tiempo el que se pierde cuando los paseantes apuran, es su tiempo el que se gana cuando sus gentes pasean.
Aquella tarde alegres murmullos revoloteaban como palomas por las calles del centro. Un globo echó a volar y varias narices siguieron su trayectoria un buen rato hasta que, perdido entre las nubes, aterrizaron, y rodeadas por la música que a pocos metros tocaba a cambio de la voluntad un guitarrista, apuntaron al mismo lugar que mis ojos, hacia un teatrillo callejero.
Se trataba de una marioneta de cabeza gorda y movimientos trenzados por hilos, que con una voz que no semejaba guardar correspondencia con la del titiritero que a sus espaldas se hallaba, ponía letra a la canción del guitarrista, y contaba chistes y hacía reverencias a los que, tras los aplausos, quisieron traducir su reconocimiento en monedas.
Acabada la función la gente se dispersó y yo me quedé un rato más. El titiritero recogió el escenario, la marioneta recogió al titiritero, empaquetó sus cosas y despareció entre la gente.
Aquella tarde alegres murmullos revoloteaban como palomas por las calles del centro. Un globo echó a volar y varias narices siguieron su trayectoria un buen rato hasta que, perdido entre las nubes, aterrizaron, y rodeadas por la música que a pocos metros tocaba a cambio de la voluntad un guitarrista, apuntaron al mismo lugar que mis ojos, hacia un teatrillo callejero.
Se trataba de una marioneta de cabeza gorda y movimientos trenzados por hilos, que con una voz que no semejaba guardar correspondencia con la del titiritero que a sus espaldas se hallaba, ponía letra a la canción del guitarrista, y contaba chistes y hacía reverencias a los que, tras los aplausos, quisieron traducir su reconocimiento en monedas.
Acabada la función la gente se dispersó y yo me quedé un rato más. El titiritero recogió el escenario, la marioneta recogió al titiritero, empaquetó sus cosas y despareció entre la gente.
5 comentarios:
Hola Metalsaurio me gustó el texto y más aún el final con la marioneta que recoge al titiritero. Sólo una cosa, fíjate que en el primer párrafo la repitición de calles no suena del todo bien (no pasa lo mismo con tiempo, donde la repitición gana en fuerza). Si me permites, creo que podría fácilmente solucionarse con algo así:
"Es esta una ciudad pequeña por la cual se pasea sin más prisa que la que uno se da; son sus calles, empedradas de viejo…"
Por supuesto, es sólo una sugerencia.
Saludos.
Gracias, Gabriel.
Acabo de hacer unos cambios: en el primer párrafo y en el penúltimo.
A mí me gusta más así. Confío en que a tí también.
Un saludo!
Me perdería en esa ciudad, tanto que me encontraría allí, perdiéndome en ella.
Ojalá mi ciudad dispusiera de un teatrillo así, cuyo escenario fuera ese tiempo detenido en tu relato.
Qué hay de nuevo!? :)
Sí, estoy de acuerdo: te ha quedado un relato redondo; con muy buen ritmo. ¡Enhorabuena!
Saludos.
Carlos, una visión optimista de las ciudades ayuda casi tanto como ellas mismas a vivir situaciones como estas...quizá menos mágicas, pero sí bonitas :)
Gracias Gabriel,
Un saludo a ambos.
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