martes, 28 de agosto de 2012

Midnight letter



Cuando abrí los ojos todo estaba en orden a mi alrededor. El despertador marcaba una hora todavía temprana y del sol aún no había rastro. La puerta de mi cuarto, tan cerrada como cuando me acosté. Todo en orden, salvo que la luz estaba encendida, tenía un bolígrafo en la mano y un sobre encima de la almohada, casi rozando mi nariz.

“Léela cuando estés a solas”. A solas estaba, pero, somnoliento y desconfiado de la luz y del bolígrafo, tarde unos segundos en asumirlo. Inspeccioné las sábanas, miré bajo la cama y, finalmente, abrí la carta. Desdoblé el folio y me eché a leer:

¿Ya estás solo, verdad? Sé que esto te sonará extraño, pero lee atentamente y cree lo que digo, porque sólo tú puedes ayudarme, mas mis palabras son ahora mismo lo único que puedes tener de mí.

Aún faltan unas horas para el amanecer. Vístete, rápido. ¡Vístete, te digo! Necesito que salgas y corras al bosque. El sitio justo, no lo sé. Tú simplemente ve y ellos darán contigo.

Viajan en un grupo de doce, en sudarios y a pie, portando un ataúd. Llevan también una cruz y tratarán de entregártela ¡No la cojas! Sí, son la Santa Compaña, pero, respira. Respira. Si mantienes la calma estarás a salvo. Agacha la mirada, acércate al ataúd, empújalo, abre la tapa y echa a correr.

Saldré de la caja y te daré alcance.

Antes del amanecer estaremos de regreso y a salvo.

Tu alma.

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