En una cueva blanda y peluda vivía Back, sentado contra la pared, cabizbajo y mirándose el ombligo. Estaba sentado porque no tenía adónde dirigirse, cabizbajo porque las cosas no estaban saliendo como esperaba y mirándose el ombligo porque era lo que le quedaba a la altura de los ojos al estar sentado y cabizbajo.
Tenía un ombligo peludo, como el resto de su cuerpo. Su cabeza, de la que fluía una espesa cabellera, era un todo negro en el que destacaban unos brillantes ojos y la boca, únicamente cuando la abría.
‘Una vez –contaba un anciano del pueblo más cercano- lo vi paseando por el bosque. Abrió la boca, y de ella salió un trueno negro hasta el cielo, que lloró sangre.’
‘¿Es malo, abuelo?’
‘Es, más bien, peludo.’
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