Al posar la mirada sobre su cuerpo, despertó. Todavía olía a tabaco y cada vez menos a perfume, pero seguía estando preciosa bajo la sábana que la tapaba. La miró lentamente, dándose tiempo para pensar que pocas veces, quizá nunca, volvería a contemplar la misma escena.
-Buenos días.
-Mmmm…buenos días, ya veo que te has duchado…
-Sí, se me hace tarde.
La había conocido la noche anterior en el bar de rockeros que solía frecuentar cuando daba por finalizada su jornada de trabajo. Creyó recordar que sonaba Knockin’ on Heaven’s Door, si no en el local, al menos en su cabeza –sonaban tantas cosas al mismo tiempo- en el instante que, entre un mar de cabezas, la divisó, tan fuera de lugar, tan aparentemente inocente y tan mal acompañada, que de no ser por la certeza de que con esa mirada podría partir el alma de cualquiera hubiese sentido pena por ella.
-Vaya, ¿eres policía? –le preguntó al ver la pistola sobre el escritorio, no muy lejos de una taza de café y un libro con manchas marrones, ya secas, en las páginas- Mi ex novio tenía una parecida, algo más grande.
-Soy detective. Antes, era poli…y a tu novio, estoy seguro de ello, lo habré visto en alguna ocasión de visita a los calabozos.
No recordaba como habían comenzado a hablar –algo cada vez más frecuente; puede que el médico tuviese razón y ya empezaba a ser hora de dejar la bebida- pero sí que la pobre chica no necesitó mucho tiempo para enseñarle la foto de carnet ex novio, que todavía –una semana era poco tiempo- guardaba en el bolso. Desde ese momento supo, que lo que fuese a pasar, pasaría, pero que él sería sólo una estación del tren que llevaba a la bella Sally de camino al olvido.
Mientras cogía la pistola, con la gabardina ya puesta, leyó, como todas las mañanas, una línea más del libro abierto sobre el escritorio y no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que de seguir a ese ritmo eran muchas las mañanas que le quedaban antes de terminarlo.
-No te vayas, aún…
-Es tarde, Sally, me tengo que marchar…puedes quedarte a dormir, si te apetece.
-No recuerdo tu nombre, lo siento…casi no sé nada de ti.
-Me llamo Mike. Mike Nogames.
-Mike, es cierto. Mike. Qué resaca.
Mike se acercó a la cama, se sentó, y la besó en los labios; sintió pena por si era la última vez; sintió miedo por si se equivocaba.
Ya en la calle, respiró profundamente. La luz hirió sus pupilas y el viento tiró de su gabardina, como un niño pequeño que quiere llamar la atención. Se tomó unos segundos, cogió fuerzas para empezar el día y susurró:
-Estás jodido, Mike, estás jodido.
-Buenos días.
-Mmmm…buenos días, ya veo que te has duchado…
-Sí, se me hace tarde.
La había conocido la noche anterior en el bar de rockeros que solía frecuentar cuando daba por finalizada su jornada de trabajo. Creyó recordar que sonaba Knockin’ on Heaven’s Door, si no en el local, al menos en su cabeza –sonaban tantas cosas al mismo tiempo- en el instante que, entre un mar de cabezas, la divisó, tan fuera de lugar, tan aparentemente inocente y tan mal acompañada, que de no ser por la certeza de que con esa mirada podría partir el alma de cualquiera hubiese sentido pena por ella.
-Vaya, ¿eres policía? –le preguntó al ver la pistola sobre el escritorio, no muy lejos de una taza de café y un libro con manchas marrones, ya secas, en las páginas- Mi ex novio tenía una parecida, algo más grande.
-Soy detective. Antes, era poli…y a tu novio, estoy seguro de ello, lo habré visto en alguna ocasión de visita a los calabozos.
No recordaba como habían comenzado a hablar –algo cada vez más frecuente; puede que el médico tuviese razón y ya empezaba a ser hora de dejar la bebida- pero sí que la pobre chica no necesitó mucho tiempo para enseñarle la foto de carnet ex novio, que todavía –una semana era poco tiempo- guardaba en el bolso. Desde ese momento supo, que lo que fuese a pasar, pasaría, pero que él sería sólo una estación del tren que llevaba a la bella Sally de camino al olvido.
Mientras cogía la pistola, con la gabardina ya puesta, leyó, como todas las mañanas, una línea más del libro abierto sobre el escritorio y no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que de seguir a ese ritmo eran muchas las mañanas que le quedaban antes de terminarlo.
-No te vayas, aún…
-Es tarde, Sally, me tengo que marchar…puedes quedarte a dormir, si te apetece.
-No recuerdo tu nombre, lo siento…casi no sé nada de ti.
-Me llamo Mike. Mike Nogames.
-Mike, es cierto. Mike. Qué resaca.
Mike se acercó a la cama, se sentó, y la besó en los labios; sintió pena por si era la última vez; sintió miedo por si se equivocaba.
Ya en la calle, respiró profundamente. La luz hirió sus pupilas y el viento tiró de su gabardina, como un niño pequeño que quiere llamar la atención. Se tomó unos segundos, cogió fuerzas para empezar el día y susurró:
-Estás jodido, Mike, estás jodido.
4 comentarios:
Buenísima. Me ha encantado. Pobre Mike, qué idiota...
Zenkiu, man.
Es que los detectives acabados tienen su encanto, jeje.
Joer, pues sí que me recordó a lo que escribí. Interesante historia, guardas algunas similitudes, no?
Un saludo, te sigo!
Bienvenido Guille, alguna similitud tienen, sí.
Un saludo y gracias por pasarte por aquí.
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