Hay momentos de toma de conciencia
a los que se llega sin habérselo propuesto. Un día, entras en una tienda de la
que eres habitual. Pero a diferencia de las visitas anteriores, en las que finalizabas
el paseíto con una compra o te ibas igual que habías entrado, ese día, a pesar
de que la disposición de las cosas es la habitual (o muy parecida), te das
cuenta de que tu percepción ha cambiado.
Y piensas que aunque en ese
establecimiento venden libros, y además en cantidad, una librería es algo más
que una “tienda donde se venden libros”.
Aunque la científica opinión de la RAE así lo dicte.
Uno, que cada vez es menos amigo
de las certezas y de las verdades absolutas, a veces trata de llegar a
conclusiones, acotando la realidad, descartando lo que “no es” para acercarme más
a lo que “sí es”:
Una nave con libros y
alguien que los despache no es una librería.
Aludo a una “nave” refiriéndome
así a un espacio impersonal en el que los libros están colocados como simples
bultos. Y aludo al despachante como alguien que vende un libro con la misma ilusión
que te vendería una escobilla para el inodoro.
Debe de haber algo más.
Contengan historias reales o imaginadas
o sean sesudos ensayos, el acto de crear, por burdo que sea el resultado, tiene
un toque de genialidad que cada vez valoro más. Y me invade cierta tristeza
cuando entro en un lugar y me veo rodeado de libros y más libros que difícilmente
podría leer en mi vida y que sin duda son geniales. Muchos de ellos, quizá, más
merecedores de fama que alguna obra clásica y sin duda, que algún best seller actual.
Verlos en sus estantes, apretados
como las gallinas que en jaulas cuadradas apenas puedan moverse, me apena. Me
entristece que una genialidad no tenga su pequeño templito, espacioso y digno
de adoración; y que, a veces, un sueño en forma de libro, se convierta sólo en
un bulto en una nave.
Una librería de verdad, creo yo,
es aquella que cobija a los libros hasta que alguien los adopta. Y aquella en
la que el despachante es consciente de que es así.
4 comentarios:
Me encanta esta entrada y quiero dejar un comentario pero no sé qué decir pero quiero comentar igual así que voy a dejar un comentario absurdo pero que por lo menos sea un comentario. Pido disculpas por anticipado.
Cosa parecida pasa con las tiendas de discos.
Anda, mira, al final sí que dije algo.
¡Muy buenas, Grilo!
Cuánto tiempo. Ya leí hace unos meses que estaba sde vuelta "na terra" :)
Precisamente me acordé hoy de tí porque mañana comienza una nueva semana musical y solias ser un habitual, jeje! El jueves toca uno de los tuyos :) La entrada ya está programada (esta semana no cuento con tener ordenador)...y a ver si leyendola sabes el nombre de la canción a la que me refiero porque yo soy incapaz.
Gracias por comentar:) Y sí, también pasa con las de discos.
Un saludo.
Me ha encantado esta entrada, porque denota un aprecio por los libros y una capacidad para valorarlos que emociona.
Y en vista de ello no puedo evitar recomendarte encarecidamente "Los amores de un bibliómano", de Eugene Field.
Saludos.
Muchas gracias, Ángeles :)
Me apunto la recomendación. Creo que la has mencionado en tu blog hace poco. tengo alguna lectura de tu blog atrasada así que me pondré con ella :)
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